Le dije: que su sonrisa superaba la de los alhelíes y que se estaba deslizando vertiginosamente por los rieles que van a dar a mi corazón y...
¿Qué?
son las diez, voy manejando, pienso en ella y se me quiere salir el cabezón, bebo un trago, busco un disco, voy cantando, me llaman: - si ¿quién...
y yo le pago.