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Viendo entradas en la categoría: NATURALEZA

  • José Valverde Yuste
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    Bajo el cielo azul de limoneros florecidos,
    se esparce un aroma a azahar intenso
    fragancia de los dioses, celestial regalo,
    pasear bajo tu sombra es un manjar sagrado.

    Entre hojas verdes y frutos dorados,
    el jardín susurra cuentos
    de brujas de otros tiempos.

    El sol acaricia la tierra con su luz,
    mientras el viento mece tus sueños con dulzor.

    Caminar entre cítricos es navegar
    en un vergel, perderse en un mundo de paz y miel.
    El rumor de las hojas me invita a soñar,
    bajo el manto de limones, quiero descansar
    mirando a las nubes en su lento caminar.

    Que el aroma del azahar me embriague,
    que la frescura de la sombra me hidrate.
    Limonero florido, tesoro sin par,
    en tu mágico abrazo quiero soñar.
    A bristy y Alde les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Canta cigarra,
    canta al amanecer,
    cuando andamos el camino
    martirizados por los rayos
    del Dios sol
    derritiendo nuestras entrañas
    como las rapaces
    a sus desventuradas almas.


    Canta cigarra,

    en las asustadas viñas
    en las redondeadas lomas,
    en las frías cañadas,
    donde los hombres honrados
    se ganan el sustento
    cada mañana.


    Huéleme rosa

    quiero dedicarte mi perfume
    tan desventurado
    como el rayo de sol
    que mi piel exprimió.


    Ese sol, que me provoca pavor

    poderoso señor, como el del castillo,
    con espada y cruz,
    edad oscura de la humanidad
    nos llevó a las cruzadas del amor..


    Quiero cantar sin dar explicación

    como el canario en su prisión,
    enjaulado trina
    con resentimiento
    como un trovador.


    Esos trovadores

    que endulzan mi bienestar
    henchidos de sus cantares
    como la violeta o el jazmín
    en primavera
    o el pensamiento
    cuando la noche espera.


    Esa noche que me consuela

    cuando nos acostamos tú yo
    en sabanas de seda
    y nos amamos
    como la luna al sol
    o el fuego a la madera.


    A bristy y Alde les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Mansamente, las olas se deforman
    amainando sobre la orilla
    donde son engullidas,
    acaba el mar y comienza la tierra;
    después de un salto mortal, contra la arena.


    La luz del sol me ciega,

    el brillo del agua resplandece mi cabellera
    y la inmensidad del océano, ante mí,
    estremece mi pena.


    Momento solitario y triste

    mirando la inmensidad del océano,
    observando, mudo quedo.


    Dejamos atrás las gaviotas

    con su vuelo de kamikaze,
    las encrespadas espumas de las olas,
    el sonido iracundo de las sirenas,
    los barcos, imágenes en el horizonte,
    un estallido de luz y colorido;


    Brillantez que me extasía,
    me lleva por caminos de felicidad recurrente,
    en esta vida
    donde la claridad es el reflejo de tu fuerza.
    A bristy, Ana Fabiana y Alde les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Donde el agua se lanza al abismo,
    descomponiéndose en miles de gotas,
    que se esparcen como las semillas
    sobre la tierra, en ese lugar,
    nace la naturaleza.

    Una niebla envolviendo al valle,
    los abetos desaparecen, cuan fantasmas
    empujados por olas de ensueño,
    un espectáculo del cielo en la tierra.

    Rocas milenarias gimiendo, su espalda
    el agua va esculpiendo,
    como un orfebre del tiempo;
    sombras profundas esconden su misterio.

    Pupila palpitando, corazones dilatados,
    la naturaleza convertida en tiempo;
    y yo, pobre inmortal, solitario,
    paralizando el tiempo
    en este dormir, en un sueño verdadero.

    Mientras, el agua, como velero
    sigue su camino, engullendo
    y dando vida, a todo lo maravilloso
    que palpita, en nuestra vida de sueño.
    A Alde le gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Yo que canté al sonido del agua,
    me enamoré de la noche,
    susurré los gemidos del amor
    y los hice míos, tal vez
    en algún momento
    raquítico de mi existencia.

    Lloré por las flores muertas,
    caminé sobre las espaldas del prado verde,
    saludé a las guirnaldas
    de los blancos almendros,
    flores de pasión de mi vida.

    Anduve por lomas sedientas,
    arroyos que apenas lloraban,
    solo lágrimas le quedaban,
    abrí la tierra y oí su lamento,
    gritos internos, fuegos del infierno .

    Maldije al sol cuando me quemaba el aliento,
    a la bruma cuando me dejaba ciego,
    al árbol sin hojas, porque no cubría
    mi necesidad de un valle de bosque fresco.

    Yo, este hombre sediento de amor,
    que voy pasando por el tiempo fugaz,
    como un meteoro que se difumina en luz,
    sigo cantando a todas estás cosas
    aunque están enfermas, de tanto sufrimiento.
    A Alde le gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Tú mirada es fuego en mis entrañas
    agua que sacia mi sed, fantasía de miel
    que alborotando mis sentidos de almendro
    viejo, me consuela el aliento.

    Enredado en tus ramas estoy
    como un poto en las paredes
    de mi cuarto, una sinfonía
    que seduce mi alma.

    Oh, pino polvoriento del camino
    brillando ostentosamente,
    bajas a pedir clemencia con tu arrogancia
    desmedida, ayúdame a ser viento.

    La ladera de mi alma está
    violentada con ese cielo gris extremo;
    mándame un rayo, Dios sereno,
    esparce el alma con tu mirada.

    El socorrido lamento del viejo algarrobo,
    me conduce a caminos de amapolas,
    en un lecho de ternura y lamento;
    el campo, desvanecido, esperando
    la lluvia se muestra indiferente
    ante tales acontecimientos.

    Un rayo de luz, un gran estruendo:
    los pájaros revoloteando, las nubes
    lloran, las margaritas ríen y yo
    mojándome como un tonto me quedo.
    A bristy, Alde y Ana Fabiana les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Las piedras del río
    cuando las pisas
    para cruzar a la otra orilla
    te cantan nanas
    de la aurora, por la mañanas.

    Las flexibles cañas
    te hacen pasillos,
    doblando su cabeza
    con vehemencia, al
    pasar por su lado.

    Los limoneros ataviados
    con sus mejores galas
    hacen acopio de rocío
    para que sus flores
    germinen como diosas primaverales,
    zarcillos blanquecinos.

    Los manantiales exultantes
    te dan el elixir de la vida,
    junto con el fuego,
    la poderosa agua
    que mana de sus entrañas.

    El muro triste y casi abatido
    por los ímpetus de las riadas
    que afloran en otoño y primavera
    se resiste a morir,

    para contarnos historias
    que casi nadie de nosotros
    ha podido disfrutar
    en este cuento de hadas
    que es el discurrir del río
    entre sus aguas.
    A bristy y Alde les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Cuando contemplo tu cuerpo extendido
    sobre la montaña dormida
    me convierto en cuna
    y te arropo con mis dudas.

    Jugando con mi memoria
    con tu belleza almidonada
    soy un rayo reluciente
    alumbrándote en tu almohada.

    Los niños contigo juegan
    te ponen ojitos, carita y boquita entreabierta;
    tus ojos llorosos preludian gotas de lágrimas,
    en las esplendorosas praderas.

    El viento te corteja, eres su amante divina,
    contigo baila al son del revoloteo alocado
    de los diminutos pájaros,
    que te cantan melodías de fantasía
    en un mundo fantástico.

    Sois presente, cuando estáis
    unas veces blancas, otras negras
    como el alma de los malignos

    A veces, no estáis, os marcháis
    a la habitación del sueño
    con las hadas en el pasado diluido,
    otras futuro, esperando que el Dios sol
    haga su trabajo.

    Sois fe y esperanza
    vida, enamorada de la nostalgia
    vosotras, pasajeras del tiempo
    Sois el eslabón final de todas las cosas.
  • José Valverde Yuste
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    ¡Ay riqueza mía! como canta
    la cigarra al trino de mi vida,
    es como un laúd
    recorriendo tu entrepierna.

    Hermosos montes,
    tierra agreste, marrón
    triste, como el alacrán
    que se hunde en la piedra.

    Camino polvoriento, desnudo,
    la luna brilla en tu espalda,
    las vides con el viento
    danzan tu melodía del alma.

    Almendros rosáceos, guirnaldas blancas,
    me aturdes la mirada cuando te miro y tú,
    impasible, en el camino, me regocijas
    con tu belleza de lienzo fino.

    Zarza con moras, con espinas,
    eres esencia divina,
    entre las ruinas de la cañada
    tú proliferas, ser de otra vida.

    Valle de horizonte amplio,
    veredas estrechas, río que ríe,
    montaña que drena la esencia
    de tu pasa por la ladera solitaria.

    Entre las olas de tus lomas,
    diviso el mar azul, el marinero
    se quiere morir cuando contempla
    tu blanco azahar, tu verde primavera,
    tu rojo pasión, que la sangre altera
    en los hombres de buena condición,
    voluntad serena.
    A Alonso Vicent y malco les gusta esto.
  • José Valverde Yuste
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    Hoja que se deshoja de su árbol
    en tu alma llevas mi nido
    de cotorras del sol, belleza
    de la naturaleza.

    Un espejismo debajo del cielo infinito,
    un albor en la madrugada del alma
    cuando lo jilgueros trinan
    sus melodías de vida.

    Un grito en la pradera,
    un corazón indomable, es la rueda de la luna
    cuando se acerca la urraca ,
    sombras malditas del amanecer de la noche.

    Un canto de sirena, en el valle
    donde aparcas tus sentimientos,
    por donde rueda el agua
    con su silencioso canto al camino.

    Vereda del monte de la verdad
    quiero encontrarme contigo, debajo
    de un sauce donde las lágrimas resbalen,
    porque una hoja se ha perdido.
    A Alonso Vicent le gusta esto.