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Viendo entradas en la categoría: El Avecesdiario

  • Pedro Olvera
    Algo sobre La Llorona

    Se suele reconocer a la canción tradicional mexicana La Llorona como un son del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca. Se acompaña de de un sinnúmero de coplas cuyo origen se pierde en la tradición oral y los sincretismos propios de la hispanización, aunque no todas gozas de la misma popularidad. Algunos poetas reconocidos, como Renato Leduc o Andrés Henestrosa, han sumado estrofas a la composición en su intento por compilar las existentes tanto en los registros sonoros como en los orales y escritos.

    La temática original de La Llorona es incierta, aunque se le asocia con leyendas prehispánicas. Chavela Vargas, una de las intérpretes más reconocidas de esta canción, solía decir que trata de una mujer ahogada en un río que por obra de los dioses fue transformada en la luna.

    Leduc, el efímero esposo de Leonora Carrigton y autor del celebérrimo soneto Aquí se habla del tiempo perdido que, como dice el dicho, los santos lo lloran, conocido como Tiempo y destiempo, apuntó sobre La Llorona:

    No llores, Llorona, porque el llanto afea
    y quien mucho llora muy escaso mea...



    Chavela Vargas canta y recita La Llorona, con las guitarras de los Macorinos y elementos musicales asociados a la música prehispánica mexicana, para el álbum Cupaima, de 2006.


    Mis versos a La Llorona

    (Purgatorio)

    Quién te viera a los ojos, Llorona,
    tus ojos de lluvia verde.
    Quiero que lluevan miradas, Llorona,
    miradas que a ti me recuerden.

    Trepé a la punta del cerro, Llorona,
    pa’ buscarte hasta lo alto.
    ¿Qué tan arriba te fuiste, Llorona,
    que no te alcanzo de un salto?

    Ay de mí, Llorona, Llorona...
    Llorona cubierta de encajes,
    si no subiste al cielo, Llorona,
    no hay forma que de ahí te bajes.


    (Infierno)

    A una tumba sin flores, Llorona,
    mi llanto fui a regarle.
    ¿A quién sino a ti te lloro, Llorona?
    Llorón habrán de llamarme.

    Nada me importa lo que hablen, Llorona,
    si tú no escuchas mi llanto.
    Es el dolor de tu Negro, Llorona,
    que sufre y te extraña tanto.

    Ay de mí, Llorona, Llorona...
    Llorona, me voy contigo.
    De nada me sirve la vida, Llorona,
    si estoy más muerto que vivo.


    (Gloria)

    A la Virgen del Cobre, Llorona,
    le imploré el otro día,
    que me llevara contigo, Llorona,
    porque mi cama está fría.

    Ahora me llaman el Muerto, Llorona,
    el más muerto reciente;
    y aunque no estiro la pata, Llorona,
    se estira lo del difunto caliente...

    Ay de mí, Llorona, Llorona...
    Llorona sal de la tumba.
    Métete a mi mortaja, Llorona,
    pa’ gozar de esta rumba.


    Pedro Olvera, 02 de noviembre de 2023.
    A Sasha., La Espartana y Medusa les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    La prima Vera a la ventana asoma
    sus cachetes reventados de flores;
    un vórtice de colibrís corona
    su frente con haces multicolores.

    Versos manan de sus labios cantores:
    ¡Romina, dulce princesa dormilona!
    ¡Ven conmigo a bordar nuevos primores
    en el jardín que el invierno abandona!

    ¿Crees, acaso, que soy una gallina
    para que me despiertes tan temprano?,
    ruge, feroz, su Majestad Romina.

    Y con enarbolada chancla en mano
    se abalanza, letal, contra la cortina.
    A prima Vera hasta le ardió el verano.

    Anda a la concha e tu mare, soreta,
    que soy alérgica al polen
    y a esos putos enamorados poetas.

    23 de septiembre de 2023

    A Alizée, Luis Libra y Medusa les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    Algo vive mi vida mientras permanezco
    bocabajo sobre el colchón,
    me paga las cuentas con mi puño y rúbrica,
    sonríe para las fotos de los que me llaman
    hermano, amigo, amante,
    en tanto noto que los barcos se van a pique
    entre las sábanas.

    No soy quien esto escribe.
    Yo estoy mirando las lápidas antiguas,
    los querubes de mármol
    que lagrimean líquenes bajo la llovizna.
    Les digo a los niños muertos: háganme llorar
    porque hace tiempo perdí mis ojos al abrirlos:
    mierda, sangre, gritos…
    el mundo estaba plagado de espejos.

    Antes sabía rezar. Dioses minúsculos
    aparecían con las fórmulas mágicas,
    ¡era yo tan grande en sus miradas de hormiga!
    La piedra y la flor a adelantaban a su código,
    el color era una casa para habitarla con mi voz
    hasta que el viento se rasgaba
    y un nuevo viento aparecía vestido de estrellas.

    Ahora deseo que la noche no sueñe
    este insomnio,
    acompañar el hundimiento de los galeones,
    que la mañana pase de largo sin tirarme
    de las orejas,
    tomar posesión de la sal sin memoria,
    pero hace siglos que se me hizo tarde
    y estoy comprando un café
    muy lejos de donde estoy.


    11 de septiembre de 2023
  • Pedro Olvera
    Acabo de sepultar a mi perro:
    - Su manera de mover la cola como helicóptero.
    - Los saltos que daba cuando íbamos a pasear.
    - Su ser que me indicaba que mi ser servía para algo,
    como quererlo, por ejemplo.
    - Sus ojos hechos de pura mirada
    cuando parecía decirme Estás como tarado
    si crees que me voy a comer esto, o,

    ¿Me puedo dormir en tu cama?

    Quién sabe de dónde llego, tan cachorrito,
    hasta mis pies; hace rato lo dejé aún tibio y pelirrojo
    en un hueco húmedo de la tierra
    y sembré un esqueje del que no brotará
    ninguno de sus ladridos, pero quizás una rama
    para doblar al viento
    o un pétalo de su corazón
    que repita un trazo de su gracia efímera.

    Sócrates, amigo, nunca aprenderé de la vida nada
    que me sirva para vivir, pero tú me contagiabas
    algo luminoso que me servía para no morir
    y hoy acabo de enterrarte.

    27 de agosto de 2023
    A Medusa, Alizée y Luis Libra les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    Tengo tu mirada, a veces, pero no tengo
    tus ojos cuando necesito abrirlos en la oscuridad
    para encontrar mis ojos y mirarte.
    Tengo tu mirada dentro de la mía, tus ojos
    se derraman en mis mejillas,
    y luego se apagan, se secan, se cierran
    como una ostra que oculta un vacío verdadero
    penetrado de luz, o una falsa perla.
    En la madrugada busco tus ojos para encenderlos
    y llorar de espaldas a su lámpara,
    llorar con las narices hundidas en las manos
    para que no me mires
    como no me estás mirando de todos modos.

    Tienes mi boca en la tuya y siempre nos falta boca
    para no caernos de los besos a la piel revuelta,
    a la piel profunda, al agua abisal que nos devuelve
    a la arena de nuestra piel con las olas rotas,
    pero no tienes mis palabras cuando estas a solas
    con las paredes de tu casa que vociferan grietas;
    el canario en la jaula canta una pistola,
    el marido insiste en las cuentas
    del diario no encontrar empleo,
    los niños incendian tu intento de haber nacido,
    y todos te piden de comer
    y tú no sabes repartir tu hambre
    entre tantos platos que abren la boca.

    Tenemos dos horas, amor mío, para tenernos.
    Tienes dos horas de la eternidad que no tengo,
    ni nos ha conseguido.
    Tengo dos horas del tiempo que no tienes
    y que a mí me sobra.

    25 de julio de 2023
    A Medusa y Alizée les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    Y antes sonaba como caudal de relámpagos
    cuando metía la lengua en tu nombre
    para llamarte
    y no salía de ahí durante al menos el siglo
    que puede durar el minuto de estarse ahogando
    electrocutado sin el masaje de la silla a voltios.

    De tu nombre salía mi lengua endemoniada
    a nombrarlo todo; salía con laringes y tripas
    de fuera con todas las palabras del mundo
    adheridas, brillando, parpadeando, diciendo
    incoherencias como:

    Me has volteado como a un calcetín.
    Metiste tu mano, antes que tu pie,
    hasta mi más adentro como para arrancarme
    las costuras del fondo hasta dejarme
    todo expuesto, pintarrajeado de vacío, del revés.

    Ahora que tu nombre suena solo a un nombre,
    pienso que un calcetín volteado
    se sigue pareciendo al mismo calcetín,
    guante para un muñón mal cicatrizado
    que no se queja de caricias fantasmas,
    y que si está roto luce exactamente igual
    al derecho que al inverso,
    y apesta siempre a lo mismo:
    seguir caminando.

    19 de julio de 2023
    A Alizée y Medusa les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    Esta sed es una corriente, un vaso sin fondo
    que naufraga. La sed de fuego del pirómano
    que lo quema dentro siempre hacia adentro:
    que
    arda todo,
    arder con todo, que nadie pueda distinguir
    tus cenizas de las del árbol o tu perro o tu jaula.
    Es una sed de decir el agua y hacer llover
    como el chamán intoxicado por el incienso.
    La magia, la magia que concede forma
    a la palabra; Víctor grita, emocionado, ¡Esta vivo!,
    y la vida monstruosa que creó lo aniquila.
    El decir, el crear, el Logos. La sed de ser sin límites
    que enuncia el Arjé que te limita: no eres agua,
    eres el recipiente, te llenas, te vacías, te rompes:
    la sed.
    Ningún dios te habita como la nada llena de caos.
    Ahí la incertidumbre balbuce las palabras:
    Estás vivo. ¿Qué es estar vivo? Tener sed.
    Matar a los dioses siempre fue escribir un poema
    para inventarlos:
    "En el comienzo, Yahvé creó la tierra y el cielo".
    Y tú ya estabas ahí, pidiendo otra cerveza.

    Pedro Olvera, 09 de julio de 2023
    A Alizée, Medusa y Luis Libra les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    Te acuestas pecho a manta y tu sombra
    aprovecha la oscuridad
    para probarse un vestido de noche.
    Las estrellas son el límite, pero te conformas
    con un cuerpo ajeno donde el tuyo se mire
    como en un espejo de tacto
    que te replique las texturas
    y sientas tu desnudez como una música
    que confunde aromas y sabores.

    En el sueño, tú eres todo lo que sueñas.
    Si un perro ladra a lo lejos, eres la lejanía,
    el perro, la adivinación de la presencia,
    el ladrido que de repente se trasforma
    en… despertar.

    Entonces y ahora, eres tú. La pared es otra.
    La ventana no te mira hasta que no la mires.
    Y a ti nadie te está mirando.
    Tu cuerpo es un pozo y tú metes la mano,
    al menos un dedo, o dos;
    los demás hacen el resto.
    Y el resto es el universo que deflagra,
    apenas un segundo antes de ser nada.

    Entonces tomas posesión de ti,
    te adueñas del día, te nombras sol,
    y el mundo es el equilibrio de lo que ves
    y lo que ignoras.
    No hay mejor espejo que cuando te miras
    en y con tus ojos:
    y nunca estas sola.

    18 de mayo de 2023
    A Alizée y Medusa les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    Capa tras capa, desmantelamos la cebolla
    sin encontrar en el cifrado de su núcleo
    el cántaro de barro del que abrevan las nubes
    o la lágrima nodriza de los espejos quebrados.

    Es que no, el llanto viene de más lejos;
    son otros los paisajes que nos interiorizan
    en la garganta al lobezno atropellado
    al borde de la autopista.
    De nuestros párpados escurren, deshechos,
    los niños de la guerra y del exilio,
    las abuelas que buscan en los osarios
    del desierto, sus entrañas huérfanas.

    En nuestra voz arde el bosque que huye
    despavorido de la quema;
    los pájaros se hacen humo en nuestros ojos,
    pero nada que rebase nuestras pestañas
    sirve para apagar el incendio del mundo,
    ni abona un gramo de sal a las olas,
    ni obliga a los dioses a despertar
    de la pesadilla donde nos sueñan.

    Dentro de la cebolla no hay más que cebolla
    y un buen pretexto para llorar
    cuando el cuchillo la atraviesa:
    solo entonces lloramos por nosotros.

    08 de mayo de 2023
    A Alizée y Medusa les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    Era todo claro cuando era:
    el pez penetraría hasta el corazón
    del árbol y una bombilla
    habría de encenderse a las tres
    de la tarde en Nueva York
    mientras la poeta de a pie
    buscaba estrellas incombustibles
    ahí donde la sal es salada
    y nada escapa del agujero negro
    y el cuadrado de la hipotenusa
    siempre es igual al cuadrado
    de los catetos cuando se suman.

    Pero justo antes de que ocurriera,
    el pez fue pescado por el cuello,
    y se preguntó ¿Qué es el aire?,
    y al abrir la boca con la boca de otro,
    el aire se hizo inhabitable
    a sus pulmones, y reventó aéreo
    al interior del árbol,
    quien abrió por primera vez los ojos,
    se asustó de su oscuridad sin sombra,
    murió ahogado, se hizo puente,
    al tropezar con sus raíces
    cuando intentó cruzar el río.

    De esta forma, no hubo motivo
    para que la poeta en Central Park
    se detuviera ante una farola apagada
    bajo el sol inclemente de junio,
    así que el poema más grande
    y de mayor repercusión en la historia
    del arte jamás fue escrito,
    quedó suspendido en la perpetua
    posibilidad del nunca, o poesía.

    3 de mayo de 2023
    A Alizée, Luis Libra y Medusa les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    Una ciudad mal borrada en el horizonte
    rutila, parpadea, o tiene sueño o
    nos está soñando, acaso,
    en nuestras camas vacías.

    Pero no dormimos,
    pensamos en cómo se miraban
    las cosas desde
    lo alto del remolino, desde
    la alta y violenta y magnífica montaña
    de viento;
    manos atadas, apretados nudos en tus dedos
    y mis dedos,
    girando, girando, girando,
    y nada mirábamos, nada podíamos
    mirar
    sino dentro de nuestros ojos:
    el remolino.

    El cielo sobre nosotros es sucio, viejo,
    le cuelgan botones descosidos,
    se diría que su luna es teta en el escote
    de una puta a la que nadie mira,
    nadie le compra un beso en un pañuelo.

    También somos una mancha lejana,
    somos los viejos átomos de siempre
    que nos mantienen como fronteras
    de todo lo demás, apenas con brillo
    irreductible de estar celestes,
    ensayando lo que será recuerdo,
    lo que olvidaremos y nos olvidará.

    Te abrazo por la espalda,
    pero no dejas de tiritar, como si te abrazara
    un muerto de frío, un frío muerto.
    La hierba en nuestros costados empieza
    a crecer dentro de nosotros,
    te siento habitada de un escándalo
    de grillos fosilizados,
    soy el túnel por el que las hormigas
    buscan la luz, si hubiera luz o salida.

    Ahora… hace frío acá abajo.
    Deberías estar en tu media cama,
    mirando por la pared muy atrás.
    Yo debería empezar a escribir este texto
    que, como todos los malos textos malos,
    empieza por el final.

    26 de abril de 2023
    A Alizée y Medusa les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    ¿Para qué querría mirar la noche en el cielo
    si a las galaxias le faltaran tus ojos?
    Cuando no pueda verte,
    cada mirada será una herida en la piel de la luz,
    todas las cosas serán la evidencia
    de que no pueden reemplazarte,
    solo acercarte a mi mente con los recuerdos
    de ti que nunca podrán ser tú.
    No quiero escuchar nada
    cuando ya no pueda escucharte.
    Que el mar de la lámpara pliegue sus olas
    y se silencie a oscuras donde no me encuentre.
    Que los violines se incendien hacia dentro
    y mi voz se devore a sí misma y desaparezca.
    No necesito esta ternura de plumas quemadas
    si mis manos no pueden tomar las tuyas
    y emprender el vuelo de los cuerpos,
    navegar los canales de la espalda,
    hundirse en los vórtices de los ombligos,
    andar a caballo la pradera de los vientres
    hasta que el sol reviente en nuestro sexo.
    Que esta boca se me caiga
    cuando pierda el oficio de ser beso en tu boca:
    que no reconozca el hambre, la sed y el grito
    cuando intente pronunciar tu nombre:
    ¿para qué querría decirlo si no podrás oírlo
    y atender su llamado?
    Mi amor no será más jardín en los volcanes,
    sino el perro enfermo de indigestión
    que lamió pasos de tus pies
    y bebió agua de tiempo en tus palmas.
    No esperes verlo agonizar;
    ya se va a morir a otro lado.

    Pedro Olvera / 30 de agosto de 2018
    A Alizée y Medusa les gusta esto.
  • Pedro Olvera
    Habitar en la acuarela
    que te habita los paisajes interiores,
    ser el caballo de sangre
    que dentro de ti galopa
    con sed turbia de desbocarse en el abismo
    donde tus soles se levantan
    y mi alarido se hunde entre tus bocas.


    Conciliar la furia de los dioses
    invocando el fuego onírico
    cuando, sobre las cuerdas,
    se desarrolla un clímax fuera de serie,
    la obra maestra
    que no logra contener tanto color
    resplandeciendo…


    Porque me miras como si me dibujaras
    con los tonos precisos de tu hambre,
    de tu instinto; música que te habita
    las entrañas, y más adentro, allá,
    en las notas que persigo
    para tocarlas y poder tocarte.


    Bañarme del núcleo de tu repertorio,
    conseguir ahondar
    en su provocador exceso,
    tentándome con una sobredosis de gozo…

    Nancy Darkness / Pedro Olvera
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  • Pedro Olvera
    Eran las cinco de la tarde,
    como en el poema del torero destrozado,
    pero mucho tiempo después,
    en un lunes de Santa Cecilia que empezó
    con labor de parto
    desde el domingo de ramos, desde febrero
    catorce, desde la Gran Explosión.

    Era el mes de gracia en que Michel Jackson
    lanzaba Thriller, el álbum,
    del año en que al Gabo le dieron el Nobel;
    habían inventado el disco compacto, cedé,
    y la guerra de las Malvinas.
    Perales cantaba en la radio ¿Y cómo es él?

    Faltaban ocho días, minutos más,
    vidas menos, para que el neoliberalismo
    se instaurará en el ombligo de la luna,
    en la región más transparente del aire,
    en el rencor vivo de los hijos de Pedro Páramo.
    Se robaron todo, menos la tierra
    bajo las uñas, el sudor y el llanto.
    Cavamos los surcos donde nos sepultaron
    y ahora somos bosque de una revolución
    de colgados
    de las nubes.

    Eran las cinco de la tarde,
    minutos menos, vidas más,
    de noviembre veintidós
    del milésimo noningentésimo octogésimo segundo
    año de nuestro señor El Viento.
    Una banda con tambora pasaba cerca del hospital:
    El sauce y la palma celebraban
    el día de los músicos bailando un vals.
    Mi madre gritaba o cantaba cuando nació
    el unigénito de su garganta…

    Cuarenta años tardé en abrir los ojos,
    quién sabe cuándo veré la luz
    bajo este árbol.

    Pedro Olvera / 22 de noviembre de 2022

    IMG-20221126-WA0007 (2).jpg

    Créditos de la imagen: Lizbeth Ángeles, México, 22 / 11 / 2022.
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  • Pedro Olvera
    Las palabras que dices con las cortinas
    repiten un horizonte sin veladoras
    de donde no se levantan tus ojos al amanecer;
    yo quisiera entenderlas como los andenes
    que saben el idioma del tránsito y los adioses,
    pero solo quiero callar su río,
    gastar el rojo de un semáforo
    hasta colorear tu boca donde se despintó tu beso.
    Este poema es el dibujo de un abrazo
    sobre el polvo de la ventana,
    tan grande como esta ciudad borrosa
    donde vagan, perdidas, mis ansias de mirarte.

    Pedro Olvera / 11 de enero de 2023


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