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Sin pasado ni futuro

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 124

No recordaba la impresión de mis ojos, el famélico color de mis tristezas haciendo grupos para ver el paupérrimo espectáculo de mi entierro. Esto era la muerte, no hay túneles oscuros con luces al final, ni escucho el rechinar de dientes, ni veo a los santos con sus túnicas largas, ni libros plagados con la lista de mis pecados (que yo sé, que son tantos que, a mí mismo, me resulta demasiado como para recordarlos minuciosamente). Tampoco escucho a nadie quejarse de mi vida…

Aquí no hay nada, estoy solo en un espacio oscuro, no veo paredes, ni pisos donde estabilizarme, no veo tampoco nada más allá de donde se supone que deben estar mis manos, las cuales no siento. Sé que estoy muerto, porque hasta hace un rato, minutos, horas, no sabría decir en este momento el tiempo exacto, estuve en otro sitio, donde pude conocer gente, lo que popularmente conocemos como estar vivos.

Como dije anteriormente, no siento mis manos, trato de mover lo que son mis piernas, dándome cuenta casi de inmediato, que tampoco puedo sentirlas, este trance en que me encuentro acaba conmigo de manera misteriosa. Sin manos y sin piernas, es imposible sentir mi rostro, que tampoco puedo recordar con exactitud, olvidando mi etnia, mi sexo, la agudeza de mi voz. ¡Espera!, algo apenas perceptible parece sobreponerse a la oscuridad absoluta en que estoy, trato inútilmente de articular palabra, digo inútilmente, porque al parecer también carezco de boca en este estado. Es una luz a una distancia imponente, sin embargo, logro recibirla, sin escuchar sonido, ni distinguir exactamente la forma de este ente, que se aleja a paso lento.

Es ahora cuando puedo sentir mis piernas, sin estar seguro de que realmente las tengo, siento jalonazos que me llevan hacia abajo, hormigueos, dedos que se cruzan por ellas abrumando mi serenidad. A la luz parecen seguirla unas diez u once luces de menor tamaño, formando tres hileras a su alrededor, siendo que la última de cada hilera destella una luz azul y la primera una luz roja.

Se han detenido, puedo ahora escuchar susurros tan leves, que parecen ecos provenientes de ninguna parte. Distingo las luces, parecen fósforos incansables, inacabables. “Eum, eum”, escucho este eco cerca, “Eum, secum”. Lo escucho tres veces, cuando una voz detrás de mí, si es que existe un delante o un detrás aquí, me dice “la muerte, es el sinónimo de la tristeza absoluta, tus fantasmas se han extinguido, lo que fuiste ya no es, no hay pasado, presente o futuro, muerto el vivo no tiene importancia recordar algo que ya no volverá”. “Eum, eum”, vuelve otra vez el eco, las luces se retiran tan despacio a como llegaron, yo vuelvo a quedar en la oscuridad, tan libre y preso como se puede estar al mismo tiempo.
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