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Nosotras

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 218

Acusaba a Elena. La acusaba de no ser capaz de decirle a Leo que ella estaba enamorada de él desde el primer día que ella puso un pie en la oficina. Había tenido su oportunidad, una vez, los dos hablando solos en el pasillo, con los dos bandos tensos, pero en vez de decírselo, en vez de robarle el beso que le habíamos sugerido en el clan, en vez de eso, lo había echado a perder diciéndole que la tensión entre ellos era absurda, que ella no pretendía nada con él, ahí lo había mandado directo a los brazos de otra a la que él no amaba, era obvio... ella seguía evitándolo en el trabajo, sonrojándose, tenía mis motivos de acusarla.

El resultado era el esperado, Leo ya no la trataba con la amabilidad de antes, ella había pasado de trato VIP a ser otra compañera de trabajo, aunque aún se le podían notar a él, los retazos de sus sentimientos, hay cosas que no se pueden ocultar a la vista de un buen conocedor, de un sabueso fino de observación.

- ¡Como usted con Isela! - me dijo Elena.
- Lo mío es diferente, Elena. Y usted lo sabe.
- Claro, porque cuando soy yo, ahí sí, pero como es con usted.
- No, no es porque es conmigo – le dije cambiando un poco de tono- pero, es que, es que usted no quiere ver las señales que le dan.
- Solo ustedes ven esas señales, yo no veo nada.

Las señales que yo le señalaba a Elena, eran las mismas que iban dirigidas en mi caso, solamente que es difícil ver las cosas cuando son para nosotros, esa tendencia humana a ver las cosas de los demás antes que las propias, otra vez estaba enfrascándome en una pelea interna, entre mis decisiones y los consejos que daba a Elena, consejos que yo seguía sin aplicar para mí misma.

Y no.... no era eso..., pero lo mío con Isela tenía tintes de utopía, Isela tenía pareja y yo, en cambio, era una estúpida, una imbécil de esas que fantasean con cosas que te deprimen, lo mío era ilógico, con Isela a lo que podía llegar, era a tener sexo, sólo eso. Yo vengo de una relación de años, de esas cosas lindas de la vida, yo no sirvo para ratos, soy una mujer que necesita razones para estar ahí, apapachos, necesitaba una mujer igual, una mujer que razone conmigo, que sea pareja. Con Isela era sólo pasarla bien, sin conexión emocional y para mi desgracia, padezco de ese cáncer al que llaman ilusión, soy de esas personas infelices que no son capaces de separar entre el amor y el sexo, ¡cómo envidio a los que pueden hacer eso! Pero en mi caso, esa terquedad de querer asumir que el amor y el sexo son hermanos que deben andar de la mano, me limita a muchas cosas, a fantasías, a encuentros, supongo que cada quien tiene su manera de vivir, asumiendo consecuencias buenas o malas a través de este viaje que empieza cuando somos concebidos.

¡Pendejadas!, así las llamaba Eugenio, cuando del trabajo a la casa, viajando juntos en el carro, salían a la luz nuestras vidas personales, mis emociones, mis negaciones, mi rabia porque me daba cuenta que era capaz de observar la tensión que yo estaba viviendo, la que vivía Elena, el tipo era un mudo en la oficina, pero miraba, analizaba y lo que era peor, sacaba conclusiones correctas, me parecía estar escuchando a mi padre, dando consejos sobre la vida, yo era una chiquilla comparada con ellos.

¡Pendejadas! Y lo admito lo sé, lo sé porque en este momento, estoy con Isela en la habitación de un hotel, en la fiesta de año nuevo de la empresa, con varios que están abanicándose entre cervezas, cócteles... otros que están noqueados entre los colchones, estamos divididos por habitaciones, en parejas (como las concentraciones de los equipos de fútbol), sesenta personas y estoy con Isela, con su blusa blanca a la cadera, con su traje de baño color turquesa, de dos piezas, con su cabello lacio, con sus ojos color miel a punto de endulzarme, mi pareja de cuarto es Dionisio y él es uno de los noqueados. Estamos "a dos milímetros escasos de tu boca" (como la canción), casi puedo saborearle el sudor, puedo oler su boca, ver entre el escote, podríamos besarnos y mirar en el panorama si llegamos a más, a ver si resisto quitarle la blusa, acariciarla, que me pase su lengua por la mía.

En estos momentos desearía no tener principios. Pero en medio de todo, doy un paso atrás, mientras me flaquean las piernas, mientras acomodo mis lentes y la dejo pasar. Momentos como estos son los que aparecen una vez en la vida, de esos que ni a putas se repiten.

Acusaba a Elena. La acusaba de no animarse con Leo, ella en posición de ataque, me acusa a mí, de no haber llegado al home run con Isela. Dionisio nos acusa a ambas, pero ambas lo acusamos de las gravedades de sus pensamientos que no lo van a dejar llegar a viejo. ¡Par de pendejas!, nos gritó Eugenio en el carro, cuando abrimos nuestras añoranzas a su opinión. Como si ocupáramos que nos lo recordaran.
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