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Jacobo

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 204

Entonces, en ese instante, observando con mis ojos el cielo y doblando las rodillas, recordé mi artritis… recordé mis traumas, mis derrotas, las caídas que me habían dado motivo para levantarme en alguna ocasión. Ese hueso no era mío, yo no era perro para ese castigo. Mis verbos más frecuentes habían cambiado de pretérito perfecto a futuro indefinido, aquí, en este momento, yo era Dios. Mi presencia era omnipotente, estaba en el epíteto de mi propia epopeya, haciendo eco a todos esos fantasmas cuyas presencias anteriores se quedaban durmiendo en mi habitación cuando enfriaba el vidriero de la ventana, cuando entraba una ráfaga de aire a medianoche, cuando sonaban los trastos viejos cayendo en el piso de la cocina.

- ¡Maldito! - el grito iba con fuerza, tanta como yo sentía en los pulmones. – ¡Maldito!

El viejo Jeremías estaba riendo, mostrando con su sonrisa, los cinco espacios vacíos, donde debían estar sus dientes delanteros.

- Escucha Jacobo, esto debe terminar ahora – me dijo escupiendo el suelo, mientras levantaba la pala – esta batalla que tenemos, estos malentendidos, somos hombres.
- No puedo, no puedo quedarme sin hacer nada.
- Sabes Jacobo, a diferencia de los hombres, los animales tienen el discernimiento de saber cuando las cosas son demasiadas para ellos – yo trataba de enderezarme – por eso están aquí desde antes que nosotros, por eso van a seguir cuando la humanidad perezca.

Pude enderezarme finalmente, cansado, con la frente sangrando, los acontecimientos me habían traído aquí. Volví a ver a mi derecha, ahí estaba Jessica, mi esposa, en el suelo, con la cabeza inclinada a la derecha, con un palazo que le cruzaba el cuello. Jeremías la había matado, había tratado de violarla, cuando por fin pude llegar, la tenía desnuda de la cintura hacia arriba, no pudo consumar el acto, yo me abalancé sobre él, pero me dio un golpe con la pala que estaba a su lado, luego, frente a mis ojos, la mató.

- Me caías bien Jacobo, me caías bien.

Tomó la pala y la alzó contra mí, rodé por el piso, volvió a atacarme, esta vez estaba yo de pie, su pierna izquierda se resbaló y pude golpearlo en la cara, le di cuatro golpes seguidos, sin dejarlo reaccionar, soltó la pala y pude tomarla…

Vestí a Jessica, la enterré, le di santa sepultura, con el pueblo buscando al asesino de mi esposa, nunca lo encontraron, corrió el rumor de que había escapado, la policía estuvo buscándolo por un tiempo. Nadie había notado que los perros callejeros se habían alimentado de restos de carne las últimas semanas.
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