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El encantamiento del Diablo

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 80

Nuestra historia nos lleva a una zona rural, ubicada entre potreros y carreteras de tierra, donde la luz eléctrica solo se ve a lo lejos en el centro del pueblo, ahí encontramos la pequeña iglesia, un mini super, una cancha de futbol que usan más los caballos y las vacas que pasan, que las personas, y por supuesto no puede faltar un bar al frente. Es ahí donde un hombre humilde se enfrenta a un dilema moral, cristiano y espiritual, hechos paranormales lo acechan, día y noche, en especial de noche, los susurros que resuenan en las paredes no dejan dormir, donde algo más grande que un perro de caza camina por el techo dando vueltas hasta que sale el sol, y donde ya ni los grillos se escuchan por el miedo a lo que ronda esta granja….

- ¿Hola campesino, por fin decidiste aceptar mi oferta?
- La estuve pensando, pero me temo que ocupas más que lo prometido para terminar de convencerme.
- Riquezas y poder tendrás, no existirá nadie más grande que tú en este pueblo olvidado por aquel a quien llaman Dios. Pide, y yo proveeré, pero recuerda, el precio también subirá.
- A mi edad, es poco lo que el mundo puede ofrecerme, he saciado mi vida de muchas formas, pero supongo, que nunca está de más la posibilidad de crecer, al final, si el mundo fuera de los cobardes, estaríamos en la Edad de Piedra, por eso los valientes, los que se atreven, usurpan el poder. Pero veo que hablas de subir el precio, ¿qué tanto lo subes?
- Así que te preocupa tu edad, y qué tal si pudiera devolverte eso que el tiempo con tanto empeño te quitó, será un joven por otro, dime viejo campesino, a dónde te gustaría volver, qué edad te gustaría tener.

El viejo campesino miraba sus manos, mientras su piel callosa le recordaba todo lo que había vivido... la sombra de aquel que ronda en la oscuridad se movía entre las paredes al tiempo que las llamas de la fogata parecían cobrar vida propia...

- No cualquier melocotón puede hacerme sonreír, pero he visto con ojos buenos a la hija del viejo Zacarías, pero su abolengo está muy por encima del mío, aún si yo tuviera la juventud para cortejarla, el viejo no permitiría que cualquier mozo se acercara. Por lo tanto, no sólo necesitaría juventud, ocuparía buenos terrenos y si de paso... añadieras infamias para aquellos que me han visto con ojos de enfado, podríamos sentarnos a conversar de buena manera.
- Oh ya veo, creo que podemos llegar a un acuerdo, sé que el hijo del dueño del bar se interesa en esa joven, también el sobrino del Cura, tráemelos a ambos, uno por la joven, uno por tu juventud, y llegaremos a un acuerdo.......

La figura del ser oscuro se esfumó en el aire, saliendo de la cueva, al tiempo que el sol se asomaba en el horizonte.

Dudó el viejo durante la noche, si aquello que pretendía valía tanto como para empeñar el alma. Pero entonces se dejó llegar el amanecer, y se pensó “aquél a quien llaman Dios, ha olvidado este viejo lugar, hace décadas que no se le ve llegar por aquí”. El tiempo había pasado y la vejez no era buena compañera. Se desayunó un pan con café, se vistió y salió a caminar. Se encontró con Angélica, con su juventud, sus ojos color chocolate, su piel morena, como si el Sol la hubiera pintado con caramelo, sus trenzas a media espalda, si existía una mujer que hubiera sido tallada por alguien con poder celestial, era ella. Ni Ezequiel ni Dionisio eran merecedores de aquella belleza, había que sacarlos del camino, la felicidad es un premio para los que luchan por conseguirla.

Se acercó al bar y ahí, limpiando las mesas estaba Dionisio, con un paño sobre su hombro izquierdo, el viejo sabía lo que debía hacer. Pidió una cerveza, se sentó en la barra, era el único cliente.

- Sabes Dionisio – luego del primer sorbo – me es inconcebible la manera en que manejas lo que los otros dicen de ti, yo estaría indignado.
- ¿De mí? – dijo el otro con cara de asombro.
- Sí, sí, te digo que no sabes cómo envidio esa compostura tuya.
- Pues creo que sabes más que yo.
- No quiero ser quien cree un conflicto, pero he escuchado que Ezequiel, está interesado en Angélica y que además se ha dejado decir que él es el único hombre que podría conquistarla, que tú eres joven, pero que tu empleo es poca cosa y no tienes nada qué ofrecer.

Dionisio tomó el paño, se secó su frente y mirando al viejo, se sentó junto a él.

- Nunca me ha caído bien ese Ezequiel, sabes.
- Mira Dionisio, yo creo que lo de él pasa por ser sobrino del Cura, esa gente cree que Dios está de su lado.
- Así que soy poca cosa para Angélica.
- Mira, en esto de las mujeres, hay que andarse con cuidado por las ramas, tú entiendes, pero, si en algo puedo ayudarte, sabes que estoy contigo.

Terminado el trago, satisfecho por los pormenores que había tratado con Dionisio, se dirigió al templo, era apenas mediodía de jueves y a esa hora casi asustaban en el lugar, se quitó su sombrero y se sentó en la segunda banca de la fila derecha, se hincó y estaba medio dormido cuando escuchó que alguien hablaba en el templo.

- Me asombra verlo por acá, su visita no pasa muy seguido.

- Hola Ezequiel, las enfermedades me han alejado un poco de estos sitios, pero hay cosas que atormentan mi alma y vengo donde Dios a pedir su iluminación, por mí, por ti.
- ¿Por mí?
- Sí Ezequiel, por ti, por las calumnias que escucho decir sobre ti.
- Creo no entender.

Como si la voz del mismo diablo le hablara al oído susurrándole qué decir, tomó la mano del chico, se limpió las rodilleras del pantalón y sentándose como es debido, comentó que había escuchado hablar a Dionisio.

- Así como te lo cuento Ezequiel, dice Dionisio que tú no pasas de ser un chiquillo envuelto en las enaguas de tu tío, que para ser hombre te haría falta que alguien te diera clases. Por eso vengo acá, a pedirle a Dios que limpie tu nombre.
- Yo mismo puedo limpiarlo, no ocupo a Dios en esto.
- Justo ahora pasé por el bar para pedirle a Dionisio explicaciones, pero me dijo que un viejo como yo era peor que un chiquillo como tú, que a él le sobraba escuela para enseñarte a crecer.

Alentado por el viejo, emprendió Ezequiel camino y se encontró con Dionisio terminando de asear el bar, ambos se enfrascaron en un dime y responde, tanto que empezó la gente a alborotarse frente al lugar, de pronto, empujó Ezequiel a Dionisio contra la barra y este, sin pensar lo que hacía, sacó de detrás de la barra su revólver y disparó dos veces contra el inocente sobrino del Cura.

Entró corriendo el Cura, pero Dionisio estaba enardecido y al oír los terrores que Dios haría con su alma, disparó también contra el hombre de Dios y luego, perdiendo la cabeza, abrió su boca y se metió un tiro, antes de que su padre pudiera hacer algo por evitarlo.

Aquella tarde hubo luto en el pueblo, pero para el viejo, era una tarde de victoria, esperó durante toda la tarde, sin importarle que la lluvia venía desde el Sur, cuando no hubo nadie en el cementerio, se acercó con una pala, y durante gran parte de la noche sacó los cuerpos de los tres involucrados, los montó sobre su carreta y jalando el mecate de su mula partió al mismo sitio donde había entablado conversación las veces con el demonio, hincado lo llamó y al cabo de unos segundos, un aroma a azufre empezó a llenar aquel sitio. Luego como si de magia se tratara, las llamas de la fogata cobraron vida, y el mismo Diablo salió de entre las sombras aplaudiendo.

- Has hecho un trabajo envidiable. El detalle del Cura ha sido la cereza sobre el pastel.
- La chica vale el sacrificio de esos dos infelices. He hecho mi parte, te pido que hagas la tuya.
- Sí mi viejo amigo, solo te falta un último paso, y para cuando termine esta semana, ya estarás disfrutando de lo que más anhelas.
- Dime, ¿qué más debo hacer?
- Tomarás cada uno de estos cuerpos, y los enterrarás en tres puntos distintos, el del Cura, cerca del puente de piedra, justo en el centro del cruce de tres calles. Los de los jóvenes, deberás enterrar uno detrás de la iglesia, en el cruce entre la panadería y el cementerio. Y el otro, abajo en el pueblo, en el cruce entre la lechería y la salida del pueblo.

Durante esa noche el viejo tomó el cuerpo del cura y lo subió a la carreta de nuevo. Luego, hecho a andar, su espalda le punzaba con cada vez más intensidad mientras cavaba, rezándole al Dios que el mismo decía que lo había olvidado, que nadie lo viera, fue así como al amanecer se retiró del cruce y se dirigió a su vieja casa, la cual parecía que el más mínimo viento la derribaría, se quitó las botas llenas de tierra y se dejó caer sobre su viejo catre, durmió todo el día, y al atardecer subió el cerro, fue allí donde se dio cuenta que las arrugas de sus manos ya no eran tan marcadas, sintió que mientras subía el cerro sus piernas y su espalda ya no se quejaban tanto –De seguro ya está haciendo efecto el sacrificio- pensó mientras subía.

Esperó en la caverna a que la noche se hiciera más oscura, luego tomó el segundo cuerpo y bajó por el cerro. Llegando a la iglesia, sintió miedo, no se había acercado a Dios en muchos años y ahora estaba justo atrás del templo enterrando al sobrino del Cura, que sus pecados habrá tenido, pensó que era una falta de respeto lo que hacía, y su mente se llenaba de pensamientos que le pesaban en la conciencia, sin darse cuenta de que algún borracho que pasaba lo pudo haber visto, y no sólo el borracho, sino que también alguno que otro campesino que pasaba por allí. Para cuando terminó se dirigió de nuevo a su humilde casa, entró y encontró grandes piezas de oro debajo de su cama, el trato ya estaba siendo devuelto, luego se fue a dormir, y durmió durante todo el día. Mientras esto pasaba no se dio cuenta que en el pueblo ya la voz se había corrido, lo habían visto sepultar algo detrás de la iglesia. Al mismo tiempo la madre del pobre Ezequiel se dirigía al cementerio a visitar a sus parientes, sin embargo, encontró las tumbas movidas.

Durante la noche el viejo volvió a toda prisa, tenía el aspecto de alguien de treinta años y su cuerpo erguido y lleno de energía le permitía correr colina arriba, ahora tenía más oro del que había en la mañana, y esto lo motivó a apurarse a enterrar al joven Dionisio. Tomó el cuerpo y sin pensar en que apenas y estaba entrando la noche, lo subió a la carreta y apuró a la mula a caminar colina abajo, cada minuto sentía aun más energía, tomó la ruta larga, dando la vuelta al potrero, llegaría a eso de las nueve de la noche al cruce frente a la lechería.

Al mismo tiempo en el pueblo ya se juntaban los familiares de los fallecidos que a este punto no sabían del paradero de los cuerpos, y salieron quienes decían haber visto al viejo rondando la noche anterior detrás de la iglesia con una pala. La reunión se extendió hasta largas horas de la noche, y terminó cuando uno de los jóvenes que cuidan la lechería entró corriendo, había visto al viejo enterrando un cuerpo en el cruce, todos salieron a toda prisa, pero cuando llegaron ya el viejo no estaba, aun así, se dispusieron a desenterrar lo que al viejo le había tomado horas en enterrar, con horror los presentes confirmaron que era el cuerpo del joven Dionisio, un viejo que nadie estaba seguro de haber visto antes se acercó gritando.

- El viejo hizo un pacto con el diablo, él convenció a Dionisio que matara al cura y a su sobrino.

No faltó quien confirmara haberlo visto hablando en la mañana con ambos jóvenes antes de que el caos comenzara. Todo el pueblo se formó y caminó hacia la vieja casa del viejo. Llegaron unos minutos antes del amanecer. El viejo dormía sin saber el problema en el que se había metido.

Salió aún medio dormido cuando escuchó los gritos que clamaban por él, no se dio cuenta que al momento en que desenterraron el cuerpo de Dionisio esto significaba que el trato no se había cumplido, por lo tanto, no notó que su cuerpo ahora se veía igual de viejo que hace tres días.

- ¡¡¡Ahí está!!!- gritó el padre de Dionisio, y se lanzó a darle un golpe.

El viejo intentó correr, pero sus rodillas fallaron, trató de defenderse, pero su fuerza era la de un viejo, y el linchamiento que le propiciaron, lo dejo agonizante. Metieron su cuerpo aún con vida en la vieja cabaña, tomaron el oro que vieron y se lo llevaron, luego le prendieron fuego a la casa, y del viejo nunca nadie volvió a hablar. Mientras que en el cerro una risa maligna retumbó entre aquel lugar olvidado por Dios.

La tragedia marcó al pueblo para siempre, y desde ese día todos saben que si salen después de la media noche y cruzan por alguna intersección o detrás de la iglesia, el diablo se aparece y pregunta:

Y tú ¿qué anhelas tener?

(Colaboración del youtuber Montaraz Oscuro)
https://www.youtube.com/@MontarazO

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