/Apenas una nube//

Amaneció lento el día
abriéndose paso entre mis párpados,​

he sentido amanecer muchas veces
días enroscados con descuido a mi desgana.
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Se asoman desde la impávida
arrogancia del reloj, que sin parpadear,
completa con paciencia sus horas.​

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Me aferro a mi cama
con tu cuerpo ceñido a mis sueños,
tu rostro inmóvil en cualquier
lejano paisaje y tu sonrisa,
dormida en otros ojos.​

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Esos que yo recuerdo abrochándose amorosos
a mis pechos, a mis piernas o a mis labios,
embriagados de violetas,
en el viento cálido en que se puebla una mirada.
¿Desde qué amor llegaba esa risa
a abrillantar tus pupilas,
a inquietar mi voz inventando un balbuceo?​

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¿Desde qué noche me aprendiste de memoria
con tu aliento reclamando mi alma
y tus manos abriendo caminos
como inquieta presencia
que desordenaba mi estancia?​

​

No sé cómo explicarte de este frío
que se aprieta al corazón presagiando tormenta,
no sé de encrucijadas, ni de refugios, ni de tu sombra,
solo tu voz diciendo su última palabra.​

Ana Mercedes Villalobos
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