1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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Nuestras pieles, muy juntas
tan llenas de nosotros,
henchidas de amor sobre la tierra,
donde amarnos es ignorar la lluvia,
es alegría de sentir ese canto tuyo y mío,
como el milagro de estar vivos,
con tus manos y mis manos
sosteniendo nuestro tiempo.

Ana Mercedes Villalobos

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    Era el tiempo de jugar a ser grandes,
    tomados de la mano
    jugábamos en el jardín,
    el horizonte era la promesa,
    la llegada a los sueños
    que nos mantenían unidos.

    La vida era un arco iris,
    nubes de colores que se deshacían en la boca
    entre risas el carrusel nos llevaba
    en cada vuelta al universo,
    al cielo cabalgábamos en nuestros potros de madera
    con las manos enlazadas, porque nuestras manos
    como nuestras almas, no sabían separarse.

    Era el tiempo de jugar, no había prisa,
    el mundo nos giraba
    nos miraba desde arriba
    y nosotros con las alas extendidas,
    sobrevolamos la montaña.

    Pero llegó el día de no ser,
    tu risa se perdió
    en lo absurdo de un momento
    que no entendió más de juegos,
    ni de cobijarte en mis brazos,
    ni de darte mi aliento, mis ojos, mis manos,
    y te fuiste,
    tu cabeza recostada en mi regazo,
    y yo, abrazada a tu último suspiro,

    donde me quedé atrapada.


    Ana Mercedes Villalobos
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    Se oyen aun los pasos en la avenida
    la tarde apenas abre sus brazos
    y nosotros aquí,
    como una sombra gris
    que se cierne muda sobre la cresta del tiempo.


    Desde la ventana pueden verse
    los cuerpos que brillan a la luz,
    los faroles son un paisaje que vienen y van
    como el olor de la tierra húmeda
    por donde galopamos a pelo en el fragor del silencio


    Hay una madrugada que se hace infinita
    en su lucha por llegar.


    Y seguimos aquí,
    con los ojos cerrados
    los recuerdos nos roban el momento
    corren, se pierden,
    somos como estatuas de hielo
    sin deseos,
    sin amor,
    solo el olvido,
    solo la vida.

    Ana Mercedes Villalobos

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    Oyendo la lluvia me dejo llevar
    y vuelvo al momento en que siempre estás
    esa gota, un sueño,
    el ayer que se hace hoy,
    mañana o quizás toda la vida,
    como aquella,
    nuestra primera vez.


    Esa vez de tu mirada
    en la que vivo eternamente
    de tu mano buscando mi pecho,
    de las ganas de tu abrazo,
    de tu boca vacilante,
    de los labios que dejaron mil "te amo"

    sembrados en mi cuerpo.

    Te miro y me hablas
    de los viajes sin retorno
    que hicieron nuestros besos,
    de tu rostro hurgando en mi rostro,
    del agua que alborota mis recuerdos.


    Y no se como decirte amor,
    del tiempo ,
    de los años,
    de la espera,
    de ese invierno
    que se ha hecho hielo
    y de este absurdo sentimiento
    que me regresa a la eternidad.

    Ana Mercedes Villalobos

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    Déjame leerte desde el umbral de tus ojos
    mientras permanece la mirada
    detenida en la infinitud de la palabra.

    La vida se apaga y la tristeza
    alimenta la nostalgia como un tiempo sin luz
    como una melodía de violines
    que va apagando sus notas, lentamente,
    antes de morirse.

    Quisiera ser otra vez esa risa
    que ocupaba mi corazón cada noche
    cuando apenas eras una llamada en el universo del amor,
    una gota de rocío en el caudal de un río
    que me llenaba de momentos.

    Hay un sendero en nuestro bosque
    que conduce a los jazmines,
    a las caricias aromadas que se llenaban de besos
    en la penumbra de nuestros días
    cuando todo era risas y flores,
    cuando la vida era una promesa
    que nos mostraba su más amable cara
    y al final estaremos siempre nosotros.

    Ana Mercedes Villalobos
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    Amaneció lento el día

    abriéndose paso entre mis párpados,
    he sentido amanecer muchas veces
    días enroscados con descuido a mi desgana.

    Se asoman desde la impávida
    arrogancia del reloj, que sin parpadear,
    completa con paciencia sus horas.

    Me aferro a mi cama
    con tu cuerpo ceñido a mis sueños,
    tu rostro inmóvil en cualquier
    lejano paisaje y tu sonrisa,
    dormida en otros ojos.

    Esos que yo recuerdo abrochándose amorosos
    a mis pechos, a mis piernas o a mis labios,
    embriagados de violetas,
    en el viento cálido en que se puebla una mirada.
    ¿Desde qué amor llegaba esa risa
    a abrillantar tus pupilas,
    a inquietar mi voz inventando un balbuceo?

    ¿Desde qué noche me aprendiste de memoria
    con tu aliento reclamando mi alma
    y tus manos abriendo caminos
    como inquieta presencia
    que desordenaba mi estancia?

    No sé cómo explicarte de este frío
    que se aprieta al corazón presagiando tormenta,
    no sé de encrucijadas, ni de refugios, ni de tu sombra,
    solo tu voz diciendo su última palabra.


    Ana Mercedes Villalobos
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    Es mágico ese rosa que se enreda en el mar
    una estampa de ensueño en las tardes de verano.


    La luminosa cresta de las olas
    como un encaje, se teje a la noche.


    El alma que es orilla, verso, palabra
    se desprende de la piel
    para ahogar la nostalgia
    entre la arena desnuda de sombras.


    Porque todo es luz donde nace la risa
    que retorna alegre a la boca,
    a esa parte de mí que quiere escapar
    triunfante hacia el amor, hacia tus besos.


    No basta el silencio para acallar
    mi corazón ávido de tu paisaje.

    Hay muchos “te amo” que tiemblan en mis labios,
    suspiros que se cuelan entre los guiños de la luna
    con tus ojos grises de fondo,
    como engañando a la ternura
    que asoma a tu mirada.


    En ese último destello
    sonríe el lucero iluminado
    para mostrarnos el camino
    que finalmente se define.

    Ana Mercedes Villalobos

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    Quererte ha sido un oasis de emociones
    un merodeo continuo por los confines de mi alma

    que te reconoce como luminosa presencia.

    Todo se llena de ti,
    como ese rocío que va dejando la lluvia
    que nos cala la piel y se vuelve torrente en la sangre,
    como un anhelo de estar entre tus brazos
    y extraviarme en todos tus silencios.


    Me crecen flores en los ojos cuando te veo,
    mi vientre es un alboroto de colores
    que se viste de sol, de agua, de memoria,
    y se acopla a tus manos, a tus besos.


    Y llega la luz cada mañana en tu mirada,
    tus manos se desprenden de las mías
    y se hacen horizonte
    allí donde mi corazón sabe que estás,
    donde él sabe que siempre esperas.

    Ana Mercedes Villalobos
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    Estoy aquí extrañándote
    como si fueras el siempre de mis días
    o esos encuentros de cuerpos,
    que inventan recuerdos
    entre el espacio de vida
    donde me hiciste luz.


    Y te descubro invadiendo mis versos
    tejiendo momentos
    entre lo que fuimos y lo que somos
    hasta que mi pluma se calla

    para hacernos nunca.

    Desde el profundo silencio
    que se apodera de nosotros
    que se nos pega a la piel,
    nos invade el anhelo de estar,
    de existir en comunión con nuestros dedos
    en ese perfecto lugar
    donde nuestras manos permanecen.

    Ana Mercedes Villalobos
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    Como brisa atardecida
    que remonta olas
    eres sonrisa fresca
    que llegas
    mitigando soledades.


    Furtivo,
    - sin anunciarse -
    se coló con astucia el amor
    escondido
    entre las velas de tu nave.


    La esperanza lamió la arena,
    y en su camino sin destino
    entrelazó sus huellas al océano
    en que cada noche la luna acudía a la cita.


    Fue bueno encontrarte
    guiando a las estrellas
    aventureras de tus playas,
    cuando yo había perdido mi rumbo.

    Ana Mercedes Villalobos
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    Mi risa siempre fue tu motivo
    cuando apretabas mis manos
    en esa locura tuya de no soltarme.


    Tus dedos habitaban
    en comunión con mis auroras
    haciendo del mundo su causa
    mientras me mantenían asida,
    pegada a tu cuerpo, a tu sangre, a tus ganas.


    No quise deberme a tus ojos
    a ese gris azul que heredaron de las aguas
    y levantaban olas con sus crestas plateadas
    desafiantes bajo el sol.


    Fuimos dos orillas,
    como una tristeza que surgía de la noche,
    yo estaba allí
    en medio de tus labios,
    degustando tu silencio.

    Hablabas de amor
    de mariposas de colores
    de la agonía de las plazas
    donde quedan los besos que se dieron en las sombras,
    de los sueños apurando las últimas gotas del alba.


    Y allí nació la poesía desnuda,
    desde el cielo de tu boca,
    hasta esa alma solitaria
    donde sembraste tu semilla.

    Ana Mercedes Villalobos

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    Hoy soy la lluvia que nos mojó en el parque
    cuando pusimos en pausa la vida.


    A veces también soy nostalgia
    del amor que se apretaba a tu cintura
    en el tacto amable de tu piel
    como una infinita madrugada.


    Desde este sur que se enreda en mi garganta
    se encienden las tristezas,
    porque es tristeza este anhelo
    que torna gris mi paisaje.


    Voy vagando como un alma
    que se esconde entre las rocas
    en esta solitaria playa, nuestra playa.


    A lo lejos escucho el oleaje
    como en otro espacio, en otro tiempo,
    en esa vida que era tuya y mía,
    cuando sumergía mis pies en el agua
    y veía pasar las aves
    que siempre regresan a su nido,
    añorando tu mano.


    Allí el silencio se hizo mi amigo
    bajo esa luna de agosto,
    borré ese lienzo tan lleno de ti.

    Ana Mercedes Villalobos

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    “Si vas a intentarlo, ve hasta el final.

    De otra forma ni siquiera comiences.”
    Charles Bukowski

    Comenzamos con la prisa
    con que llegabas a mis versos,
    con esa conjugación final que le otorgas a tus verbos.


    Era aún pronto
    apenas una aurora,
    allí nos tomamos de las manos
    por primera vez y aún estaban tibias.


    Y llegó el tiempo el de los abrazos bajo la luna
    con el ceño fruncido y la sonrisa en la espalda,
    tiempo de dos.


    Había tanto amor en el encuentro
    tantas palabras que aún no se decían,
    no nos quedaba espacio para más caricias.


    Más no siempre hay huellas bajo las pisadas,
    también hay lágrimas, pensamientos ausentes
    añorando la quietud de unos ojos.


    Ya estaba tu traje gastado de mañanas
    cansado de hablar con la nostalgia
    pero ella necesitaba un amor que le susurrara al oído
    que se mojara bajo la lluvia rozando sus labios.


    Entonces vino el silencio.
    no hubo más versos, no hubo más intentos
    no hubo latidos acompasados, ni jardines, ni besos,
    solo una fiesta en la calle desnuda,
    sin suspiros, sin susurros,
    todo convergió hacia la noche, sólo eso.


    Ana Mercedes Villalobos
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    Hay una extraña magia

    que hace de tus brazos mi refugio,
    como aquella primera vez,
    en que juntos, en Venecia,
    inventamos el amor.


    Nos tomamos de las manos
    recorriendo la estrechez de sus espacios
    en la penumbra que precede al amanecer.


    Caminamos gozando de nosotros,
    del sonido de las góndolas meciéndose en la orilla
    invitando a los besos, al abrazo,
    a la melodía de las almas

    que latían en un solo acorde.

    Bajo la luz de la luna se iluminaba el canal
    las risas se mezclaron con los besos
    nos sorprendió el día, descalzos,
    el sol rozaba nuestros rostros.

    Y supe que respirar
    era tu aliento en mi aliento
    que el amor era tu cuerpo en mi piel.

    La eternidad era un abrazo que
    que nunca se rompió

    en esa ciudad que nos sedujo.
    Allí nacieron mis versos

    y volamos.


    Ana Mercedes Villalobos
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    Hay días que te tengo en la punta de la lengua
    te nombro,
    te siento en cada uno de mis versos,
    en mis manos
    que se deslizan sin reparos por las sombras
    como suspiros suspendidos

    como un vuelo de azucenas
    en el infinito trino del tiempo.

    En mi almohada
    acaricio tus cabellos
    huelo la esencia aromada de tu cuerpo
    de donde se deprende tu voz

    a solas conmigo,
    como una íntima confesión.

    Mis sábanas despiertan acumulando deudas
    de sonrisas, de piernas, de bocas,

    de la entrañable textura de tu piel.

    Como un beso

    que se pierde en el umbral de la palabra
    que se entrega sin pedir nada
    o como una caricia que se asoma al alba

    buscando un cuerpo donde acomodarse.

    A veces son unos ojos
    que callados buscan los míos
    como ese punto de encuentro

    en que coincide también el amor.

    Ana Mercedes Villalobos
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    Hay momentos en que las letras
    no hacen versos,
    en que unos labios que no saben besar
    se llenan de suspiros
    y no suspiran,

    se vuelven ermitaños.

    Las palabras se bordan a las manos,
    se tallan como caricias,

    se hacen deseo en la piel.

    Noches vacías de cuerpos
    como un anhelo que no tiene destino,
    un instante sin tu sonrisa

    cuando el tiempo se detiene.

    Momento de calzarnos,
    de intentar de nuevo el camino
    entre paisajes en que las letras
    se hilen sin tropiezos,
    para llenar el espacio de mi
    vida en que te amo.

    Ana Mercedes Villalobos

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