Tristeza extrema

Me quejo, me quejo, me quejo… Vivo siempre en un sueño. En una esfera que me gira, ni siquiera necesita mi energía. Me lleva, me lleva, me lleva… Esto es puro silencio, sin manos que cubran las mías en el invierno. Nunca las he tenido, la verdad, me pesa, me fastidia, me avergüenza. Simplemente paso el frío y, de tanto, me quemo. Escribo sin parar, lo dejo fluir. Me importan hoy muy poco los signos de puntuación. Dejo esto fluir, quiero dejarlo fluir. Redundar es incoherente. Sé que todo esto lo dice mi mente. Más que cualquier cosa quisiera es saber que pasa aquí, donde me toco, donde está prisionero algo que me cohíbe, me frota el pecho y pasa por la garganta. He intentado vomitarlo, pero siempre va a mis ojos. No… no era un vomito. Quisiera por Dios saber que es. Ni idea, por cierto, si será amor, si será arrepentimiento o si será simplemente locura que vino a retorcerse en mí. No escribo con trampas, como he dicho, dejo fluir. No estoy loco aunque eso diría cualquier mal de la cabeza, estoy seguro. Me comienzan a pesar los dedos, no puedo escribir más. La creatividad también se me agota. Escribía poemas. No puedo creer lo que hacía. Pero por lo menos reconozco que entendía un poco la poesía, eso me sorprende, pues no es fácil, por Dios que no, incluso si creí que tenía talento. ¿Qué es esto? Se hace insoportable. Ni con escribir se va, como se iban a veces cosas parecidas. Ya no recuerdo, pues ya no entiendo la escritura, sólo sirvo para admirar. Sigue… sigue.. sigue… si duermo y despierto…¿ estaré bien?