Sombras compartidas

Yo tengo cuchillos por manos,
degollad todo lo que acarician,
abren una elipse de sufrimiento,
que escupe plegarias sin perdón.

Tú tienes un cuello obstinado,
deseando ser abierto,
esperando liberar de su garganta,
al alma atrapada feliz de arder.

Un cuchillo al cuello,
mis manos sangran.
Una caricia a lo punzante,
puede romper lo que libera.

El sol se calcina en piedra,
no hay alma que complazca,
el dolor viaja de un cuerpo a otro,
siendo entregado,
esperando ser recibido.

En las penumbras, un grito es recogido,
es apreciado por la soledad que respira,
un sufrimiento sonríe para otro.

Las penas sobre las penas juzgan,
los fantasmas espectan sobriamente,
los vivos juegan al espíritu hueco,
no se lava la maldición que los bendice.

Yo quemo dentro de tu corazón,
pero no miro tan adentro cómo tú,
yo puedo rasgarte los tobillos,
pero no puedo enseñarte a caminar.
Libertad a las cadenas,
eres culpable para ocultarte.
Fuego al silencio,
oyes llover para esconder tus lágrimas.

En la neblina la luna escribe tus pasos,
el frío marca tus movimientos,
la perdición guía tus sueños.

Revelas tu paraíso entre sangre,
miles de aves vuelan cuando bajas la mirada,
tu gravedad levita contigo.

Endureces tu rostro,
lanzas miradas destructivas,
son tan débiles,
que siempre son reflejadas.

Empotras tu corazón,
es tu ultimo adiós,
no quieres ser
no necesitas estar.






Me suplicas que alce mi juicio,
que entierre mi castigo hasta tus cuerdas vocales,
para que hagas silencio, para que abras tu puerta,
le has pedido a un espectro convertirte en alguien más.

A cada clavija mandas un recado que ensordece,
atormentas a los atormentados, buscas su furia,
que hagan arder toda tu tormenta en perfecta,
levitas tus sentidos y se los entregas, pendes de su hilo.

Deseas arrancarte de esta existencia,
no deseas regarte por nunca jamás,
siempre ocultándote del sol que te persigue,
las sombras no son gratuitas, el silencio el precio dirá. ​