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Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Leonardo Vinci, 28 de Mayo de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 354

  1. Leonardo Vinci

    Leonardo Vinci Poeta recién llegado

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    23 de Mayo de 2013
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    Me paro frente a la mesa de trabajo. Me estiro, respiro y me concentro mientras muerdo el lápiz. Me inspiro, y pienso, si habrá algo más delicioso que el pan recién hecho; algo tan perfecto, que lo supere, algo tan exquisito como un pan recién salido del horno. Me pregunto si la turbulencia que altera su pequeña atmósfera desfigurando sus alrededores con calor y aroma es su armadura verdadera; si esa costra entre rubia y dorada crepitante no ha hecho más que proteger desde sus antepasados a los miles de granos que han entregado sus vidas a nuestra lengua e imperturbable paladar y capricho. Y me pregunto por esa emoción ascendente que surge de su húmeda y vaporosa entraña virgen poblada de agujeritos rellenos de nada; ese vientre abovedado y hechicero durante milenios y que a su vez acaso suene a melancólico. Ese niño de redondez dormida y de talones duros y oscuros de tanto andar descalzo, reposando su alma de miga blanca como una esponja tibia. Y si desde Vitruvio se han molido veinte arenas a una con su rueda hidráulica tanto más trigo que con dos esclavos; y si las ánforas del tiempo cargadas de espigas y torsos sudados al fuego de hornos y braseros han llegado hasta aquí; no es que solamente haya sobrevivido a las eras una simple semilla de oro. Piel caliente de pan infatigable es su coraza en el interior de los infiernos, con su rostro tenso y tajeado en arrebatos de sequedad y aparición. Y uno se tropieza con su serenidad tórrida, con su abnegada quietud y ofrenda; y algo sucede entre el hambre y el deseo y la contemplación en el silencio para no romper ese letargo añoso. Y no habría temor en su mirada si la tuviera ni enfado sino mansedumbre. Y una especie de contradicción surge de su peso y volumen alegóricos al mirarlo, su romance, que despierta el instinto de trozar con las manos y no herir con el filo de ningún cuchillo; de tocar su presencia respetuosamente, como si la vida se sostuviese en el mundo gracias a un universo de manos amasando pan. Definitivamente me respondo, que no hay nada más amable al olfato que presentir su existencia, que despierta recuerdos que no son míos como si lo fueran; su entrega e intención mística de pertenecer a la carne, como una serpiente que encanta a su presa. Nada más exquisito ni comparable que su crujiente desastre en la boca, esa mezcla de dureza y ternura calientes sobre la lengua; su sabor que despierta algo allá lejos al partirse, al partirse el cuerpo de su breve y eterna vida entre los dientes.
     
    #1

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