No importa tu ausencia

No importan las sienes del olvido, ni las excusas del tiempo para decidir qué hacer con esta longeva soledad. En tus manos una súplica se retira y se esconde en el umbral del silencio, en los humores del regocijo de un beso pálido y sin alma.

¿Qué puede esperar el tiempo para renacer en tus pupilas, engendrando el deseado amor? Sé que nada nos separa, que las lunas de mi espalda añoran el eclipsarse con tus gemidos oblicuos en la cabal necesidad de amar.

Es más que una ausencia del sopor de una lasciva caricia; es para decorar un espejo de imágenes opacas y grises. Ayer el sol de mis ganas se diluía en el café frío que mudaba de labios y, a cuenta gotas, de piel. Sé de un dios que hurga en los sueños de la libido y en el escarnio del abandono. Soy fiel a tus gemidos, al crepúsculo de la noche última en que nos amamos, nos idolatramos, nos mudamos de sed e hicimos del olvido una tempestad.

Nadie sabe cuánto nos dolió elegir lo que ahora nos separa y nadie lo sabrá. Te seguiré esperando y nada cambiará esto que brota a borbotones de un tintero de luces lúgubres y sombrías. Dile a las caricias, dejadas en los espacios de mi boca, que me encuentro muriendo a los pies del olvido.

Era de mañana cuando soñé con tu cuerpo y ahora es de noche. La copa, que disfraza el dolor en etílicos sorbos, se ríe de mi desgracia. El talle de la mujer de rasgos finos, que baila sola en el bar, se hace añicos en mi boca y jadea con mis sueños. Olvida este recuerdo cuando llegue a tus manos de seda pulcra, olvida este sueño de ausencia porque te seguiré esperando en un rincón del alma, en un espacio que jamás te dejará de amar.


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