Meconio y te sigo queriendo

Meconio y te sigo queriendo

Llegué después de una noche de coñac,

de viernes cultural e insatisfacciones.

Llegue por la esperanza de arreglar una familia,

llegué a invadir tu panza nívea.


Tú ya mimabas mi magnetismo con tersos dedos,

no recuerdo que me leíste, ni que me decías,

seguramente seguiste la dieta;

dejaste de fumar y lucías como la reina de los parásitos.


Salí siguiendo el protocolo y te doy las gracias;

se que me amaste con todos tus esfuerzos desde el primer momento.

Luego recordé lo que era vivir dentro de ti,

y me aferraba como un pequeño koala subiendo mi pierna sobre tu regazo,

huyendo del monstruo del armario que me raptaría.


La complicidad del sueño nos delato temprano en nuestra relación,

de resto fuiste exigente, firme y justa,

tierna con mis pequeños aprendizajes.

Fuiste mi musa seguramente, así como ahora eres mi gran ejemplo.


Me diste tiempo para crecer, para discernir, para aprender a perdonar,

me enseñaste del arrepentimiento luego de buscarme silente,

sin la correa de la justicia. Yo solo te decía jadeando:

- mamita no lo vuelvo a hacer-.

Aunque yo no tenía mucho de que me privaras,

no te juzgo por la forma de hacerte respetar; siempre ganó tu razón sobre la ira.


Me concebiste para amar, para reclamar amor,

entre los que me rodeaban y los que se rodeaban unos a otros.

Gracias por poner ese ovulo sagrado que me dio esta inteligencia.

Esta capacidad de agradecer todo lo que has hecho por mí…

Aunque como dices, a veces no quiera escucharte…

No llores, sólo recargo baterías,

renuevo mi amor interminable hacia ti a cada momento.