La Ninfa

La cabellera soberbia de verde teñida de aquella ninfa de los subterráneos bosques cae como una cascada de pulcra luz sobre sus débiles hombros. Ella prueba el dulzor del agua que corretea por las grutas, donde manzanos y perales se inclinan ante la música impasible que mana del manantial puro y juguetón. Entonces, comienza a morder del tiempo que le resta por comer. Antes que ahí fuera, a la intemperie de la magna naturaleza, un muchacho jubiloso y sincero, de buen corazón, le pida la mano en sagrado matrimonio conyugal. Cuando ya está lista para dar el paso sube efervescente en nube de amianto a la superficie, rodeada toda ella por un haz de luz sobrenatural que acongoja de primeras a su amado novio mortal. Pero éste, sobrepuesto, se arrodilla y, ante la luna llena como fiel testigo, le pide la mano temblorosa de nuestra extasiada ninfa en felicidad transmutada. Ella, sonriendo, posa su frente sobre los labios finos del novio y descubre que ha muerto de tanta emoción reconcentrada.

 

Un_Yesista, la ninfa que narro en la prosa era la maravilla de una naturaleza subterránea, donde el manantial con su sagrado murmullo redentor la colmaba de jovialidad y dulce alegría divina. El novio mortal, que la esperaba en la superficie de una noche clara y majestuosa, quería desposarse en unidad amorosa con ella... la sin par. Pero el aura de la graciosa criatura terminó por consumir todas sus fuerzas varoniles. Matándolo por emoción exacerbada de pleno júbilo mortuorio. Atentamente Edouard.

 

homo-adictus, la ninfa era todo un ejemplar de belleza inmaculada. Dentro de los derroteros subterráneos donde crecían arbustos y donde la fuente manaba musicalidad celestial que la embriagaba al borde del abismal dulzor tierno. Su novio mortal se había encaprichado en amor pulcro y puro con tal criatura. Pero como la ninfa tenía una fuerza anímica superior a las fuerzas del hombre terminó por disecar sus facultades vitales y llevarlo a la muerte. Atentamente Edouard.

 

Hannah, la ninfa era, además de bella, de un recato inocente ante el cual cualquier joven mortal caería bajo sus encantos en nimbo glorioso eternizado. Subió de sus grutas de un paroxismo onírico sin igual para hacer realidad los deseos del muchacho en desposarse ante la inmaculada luna. Pero como ya dije en los anteriores comentarios, la radiación mágica de aquella criatura sesgó la vida del amante. Atentamente Edouard.