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la casa del molinero (cuento en verso. perdón por lo extenso)

Tema en 'Fantásticos, terror, ciencia ficción...' comenzado por dffiomme, 4 de Abril de 2015. Respuestas: 1 | Visitas: 840

  1. dffiomme

    dffiomme Poeta asiduo al portal

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    Hombre
    Existe un cuento en mi tierra,
    que les quisiera narrar,
    confío que sean pacientes,
    pues es de largo contar,
    momentos vividos antes,
    olvidados en el tiempo.
    El cuento que en voz corría
    era una historia bien triste,
    era la historia de un ser,
    (por llamarle de esa forma),
    carente de pensamiento,
    encerrado en su persona,
    criado por altos cerros,
    era un ser que por momentos,
    se apartaba de sus sueños
    y te miraba a los ojos
    con brillos de fantasía,
    chisporroteaban jugosos
    colmados por la ilusión
    y, de melosa pupila,
    cual el brillo en la castaña,
    de gestos dulces y suaves,
    de risa en fresca granada,
    era agradable en su formas,
    reconocido en persona;
    pero, por breves momentos,
    se ocultaba tras sus tules,
    se abandonaba a su suerte,
    se encerraba en su miseria,
    se anulaba en su presente
    y así pasaba las horas.
    Le llamaban Doroteo,
    joven de aspecto gentil
    que por tonto fue tenido
    y condenado a morir,
    por curiosidad de un pueblo,
    ¡vaya este cuento por ti!.
    La casa del molinero.

    En casa del molinero,
    en las lindes del camino,
    algo extraño sucedía,
    era una casa encantada
    con ruidos de cadenas
    y en la oscuridad susurros,
    se oían tremendos quejidos
    y pasos de algunas sombras,
    (al menos eso decían,
    los que vivieron sus noches),
    por motivo de una apuesta,
    por una necesidad,
    por no conocer su fama,
    por no creer su maldad.
    Varias fueron las personas
    que quisieron conseguir,
    pasar la noche a su fuego,
    en sus alcobas dormir,
    pasear por sus pasillos
    y sentarse en sus desvanes;
    pero no hubo ocasión,
    ni nadie pudo decir,
    que se sintiese valiente
    de haber podido dormir
    en sus camas con doseles
    y sábanas de organdí.
    Pues era intentar pasar
    una noche en sus salones,
    al calor de la cocina,
    bajo el techo de la casa,
    las maderas se encrespaban
    y todo el hogar gritaba
    con chillidos de agonía,
    con el sufrir, con la pena y,
    envuelto en luces y sombras,
    el ruido de cadenas,
    las gentes acobardadas
    gritaban desde la calle,
    que era una casa encantada,
    la casa del molinero,
    motivo de estos pesares.
    Entre altos dignatarios,
    por sus bocas recorrían
    preguntas de cómo hacer,
    por poder averiguar que
    hacer con aquella casa.
    Propusieron derribarla
    y el usar de su terreno,
    para diversión y descanso
    de las personas del pueblo,
    colocando unos columpios
    que al arroyo se asomaran,
    e incluso hacer una fuente
    de susurrantes cascadas
    y con peces de colores,
    con sombras al altozano
    y entre bancos de merienda,
    el crear actividades
    de reuniones y festejos,
    disfrute fueran al pueblo
    el lugar donde estuviera
    la casa del molinero.
    Otros, los mas ambiciosos,
    enterados de las noches
    que se vivían en la casa,
    soñaron con un tesoro escondido,
    el oro del molinero,
    rico hacendado en la zona,
    en otro tiempo vivido,
    jugador y pendenciero,
    por hombre guapo tenido
    y buen amante de alcobas,
    muerto en extraño suceso,
    colgado por una soga
    que pendía de un balaustre;
    pero de forma tan corta,
    que era imposible que un hombre
    a sí mismo se amarrase,
    para culminar sus horas.
    Se habló de un asesinato,
    se comentó de un suicidio,
    se buscaron responsables,
    alguno de los vecinos,
    irritado por su fama,
    envidioso de su sino,
    tal vez ofendido en falda
    de su señora y por ello
    señalado como cabrón consentido.
    Entre toda aquella zona,
    se buscó a un asesino
    o asesina, señalaron
    de aquel lugar las señoras.
    El caso fue que pasó el tiempo
    y nadie pudo encontrar
    a aquel que pudiera ser
    quien matase al molinero.
    Tras el pasar de los años,
    crecieron personas nuevas,
    el pueblo se fue alargando
    y visitantes vinieron,
    los días fueron marcados
    con la ilusión de otro tiempo.
    y mientras tanto la casa
    al no encontrarse heredero,
    la absorbió el ayuntamiento,
    el cual intentó venderla
    o el usar de su terreno
    para realizar negocios
    que fueran bien para el pueblo.
    Por eso discurrían en sus cabezas
    qué hacer con aquella casa,
    alguien entre bromas dijo:
    “Si queremos comprobar
    qué puñetas pasa allí,
    encerremos al Doroteo,
    por ver que puede ocurrir”.
    Le siguieron varias risas
    y hubo una gran decisión
    entre toda aquella broma,
    el llevar al Doroteo
    a alguna de sus alcobas
    y dejar pasar la noche,
    por creer averiguar
    qué encerraba aquella casa,
    la casa del molinero.
    Se ejecutó la sentencia
    y a lo largo de la noche,
    al extenderse las sombras,
    la casa concibió el peso
    encerrado en una alcoba,
    las astillas del vigamen se encresparon
    y un tenue vapor inició su palpitar
    inundando salas, pasillos,
    peldaños de la escalera
    y, cual un hervor lechoso,
    avanzaba por el suelo,
    los golpes de su pálpito
    hacían crujir la madera
    con ruidos de fuertes pisadas,
    con chasquido de cinto azotador,
    envuelto en fuerte olor a sudor,
    con sensación de violencia
    se fue colmando la casa,
    con ahogados susurros
    y con leves gimoteos
    palpitaba la casa su pena,
    llantos de mujeres, súplicas,
    últimas esperanzas
    entrecortadas por gritos
    y bronco llanto de hombre,
    murmullos y chismorreos,
    voces ignominiosas que gritaban
    su ignominia, sus vergüenzas,
    el clamor era muy encendido,
    las paredes lloraban lágrimas
    de pavoroso miedo,
    emergían sinuosas sombras que,
    huidizas, cruzaban por las estancias,
    se vislumbraban en pasillos
    entre oscuros cortinajes,
    se claveteaban maderas
    y el acero de las mazas
    recordaban las cadenas
    que hacían crujir en la casa,
    la casa del molinero,
    cuento de extrañas venganzas.
    Y allí mientras el Doroteo,
    echado sobre su lecho,
    meditando en las estrellas
    que iluminaban su techo,
    que le encerraban en su mundo,
    que le inundaba en sus juegos,
    como a cualquier inocente
    sin ser el tonto del pueblo.
    La noche siguió su paso
    y la casa sus quejidos,
    los señores dignatarios
    en sus camastros dormidos
    y el leve del Doroteo,
    en sus sueños sumergido;
    ¿o apareció su persona
    y sufrió de aquel martirio
    que se encerraba en la casa?,
    la casa del molinero
    con sus extrañas andanzas.
    El caso fue que la noche
    consumió su tiempo
    con la llegada del alba
    y a la mañana siguiente,
    al penetrar en la casa,
    vieron maderas partidas
    y trozos de las estacas
    clavadas por las paredes,
    entre marcas de eslabones
    de pavorosas cadenas.
    Incrédulos se miraron entre sí
    y pálidos corrieron al espacio
    donde quedó el Doroteo,
    sintieron escalofríos
    recorrerles las espaldas,
    se cubrieron los vestidos,
    se apretaron las corbatas.
    Vieron una fuente de sangre,
    vertida desde la cama,
    que como arroyo culebro
    recorría las estancias
    arrastrado por el suelo,
    las miradas extasiadas
    siguieron dicho sendero
    que, marcado de agonía,
    señalaba el aspaviento,
    marcas de un cuerpo arrastrado
    connotado por sus miembros,
    aquí se ve unas patadas
    y las uñas de unos dedos
    aferradas a las grietas
    que en las baldosas hace el tiempo.
    A un patio de rubio albero,
    les condujeron las marcas
    que formaban el sendero,
    sobre la tierra batida,
    movimientos de agonía,
    convulsiones en la arena
    que encierran tantos dolores,
    que señalan tanta pena.
    Al centro del patio un pozo
    y, en su brocal suspendidas,
    las formas del Doroteo,
    colgado por una cuerda
    tan corta, que era imposible
    que la anudasen sus dedos.
    Así murió el Doroteo,
    colgado por una soga
    en casa del molinero.
     
    #1
  2. Jorge Lemoine y Bosshardt

    Jorge Lemoine y Bosshardt MAESTRO

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    20 de Marzo de 2008
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    Género:
    Hombre
    Calidad sobresaliente de arte espléndido.
    Grandioso trabajo.
     
    #2

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