Ensayo sencillo sobre la amistad

La amistad es como una llama, hay que alimentarla que si no se apaga.
Posee el calor infinito, que te abraza. Te da alivio en el frío, y ese delicioso olor a madera que te ayuda a aguantar el calor en verano ¿No es así la amistad? En la tribulación te ampara, y en el regocijo no hace sino elevarte y llevarte a oler fragancias celestiales: Risa, amor, distracción, relax, añoranza sin desesperanza, fuerza... Pero la amistad no es puro goce, seamos realistas.
El fuego quema si no se controla, destruye si no se vela por él, arrasa todo. Pues, al final, como me dijo una vez un gran amigo mío, la corrupción de lo más sagrado da en resultado lo más corrupto. Y me refiero a las peleas, que traen dolores difíciles de olvidar o sanar, peleas de separación, peleas sin reconciliación, también las "malas juntas", que son peores que la soledad, cuando las "buenas juntas" no hacen si no elevarte en tu espíritu y carne.
Otro punto a destacar del fuego es la lumbre, que por más pequeña que sea destaca en la penumbra más profunda e impenetrable. Y así es la amistad, si se la sabe manejar, administrar, alimentar, cuidar, limpiar, retocar. Y todo esto consiste en el amor. Pero hablo del amor griego y específicamente del tipo filii (filial). Esto y no otra cosa es su combustible, algo que a simple vista se aparece difícil, nos acercamos un poco más y se antoja fácil, mas todos sabemos que para que sea esta amistad una llama eterna, podríamos estar ante la odisea mas intrincada de nuestras vidas: Igual que el fuego, al principio cuesta armar la estructura (todo un ritual) y que prenda aunque pronto asoma un llamita. Pero si queremos que este leño dure horas y horas, y más aún, que de los frutos esperados no será algo para nada fácil. Esto es pues lo que vislumbro en este momento.