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el sueño

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por dffiomme, 6 de Febrero de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 870

  1. dffiomme

    dffiomme Poeta asiduo al portal

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    Hombre
    Durante todo el día, un incesante diluvio, había colmado de humedad las adoquinadas calles, ahora, cuando la oscura luz de la noche expandía su sombra. La cortina de lluvia se hubo rasgado, dando paso al sutil tul de la llovizna, que impregnaba de brillo la empedrada alameda. A lo largo en su extensión, se reflejaba la parpadeante luz de unas lejanas farolas, que señalaba el inicio de la pequeña ciudad.
    Al igual que una navaja, fría y cortante, resultaba aquella desapacible noche, de densa y húmeda niebla alimentada durante el día, así lo demostraban las verdi-blancas hojas de los viejos álamos, escurriendo diminutas gotas que, cual pequeños diamantes, morían sobre la piedra, en ínfimas esquirlas de circulares formas.
    Ráfagas de aullante viento, recorría la desierta alameda, mientras la temprana noche expandía su oscuro manto, envolviendo el contorno, de imponente soledad, total y abrumadora.
    Sobre la base de un banco, bajo las frondosas ramas de un viejo roble, buscando entre ellas, la que soportase el peso donde poder colgar su vida, con solo la compañía de su entrecortada respiración y entristecidos recuerdos, se encontraba un joven; pensaba en su pasada experiencia y añoró la adorada figura, que ahora, tanto dolor le causaba, rumiando la soledad llegó a su mente el recuerdo de dos bellos y deslumbrantes ojos, brillando en un rostro de perfecto ovalo, con carnosos y sensuales labios, adornados por contagiosa sonrisa que dejaba al descubierto una blanca y perfecta dentadura; su tenso cabello, recogido graciosamente en alto moño, remataba un largo y pálido cuello, arraigado en redondeados hombros y sobre unos tentadores y erectos senos, que en extremo le enervaban.
    Cerró con fuerza los ojos, intentando retener aquel recuerdo. La amaba y le dolía en extremo su abandono, precisaba sentirla cerca, necesitaba el roce de su piel, su compañía. Antes el temor a perderla, se humedecían sus pupilas y cuanto más pensaba en su abandono, notaba como se agrandaba su cariño, sentía que mas que amarla, la necesitaba, le emocionaba el recordar las caricias de sus manos, sus apasionados besos, las susurrantes palabras de su dulce voz, apoyando la cabeza en su robusto hombro, mientras sus pies seguían el mismo paseo. ¡Oh Dios!, como la amaba, por ello le dolía tanto su abandono, la quería de tal forma que por dejar aquel dolor, trató inútilmente de olvidar su recuerdo.
    Colocó sobre su cuello, a modo de collar, la áspera soga; y antes de saltar desde el respaldo del banco, le dedico un último recuerdo, estaba decidido: no viviría sin ella, no podía comprender como ella, no valoraba aquel encendido amor, que de tal forma a él le consumía.
    Absorto en sus pensamientos, no se percató de la llegada de aquel sujeto; envuelto en silencioso sigilo apareció su persona y solo el gruñir de un negro y babeante perro, le delató. Sorprendido en tan extrema situación, se sintió incómodo, con apresurados movimientos se desembarazó de la soga y de un salto bajo del banco, tomando asiento en él, una vez repuesto observó a aquel sujeto. Era alto y delgado, enjuto en el negro de un largo gabán y cubierto de un sombrero, bajo cuyo ala se ocultaba la fría mirada de un anguloso y pálido rostro; unido a él por una gruesa cadena, un gran perro, oscuro como la sombra, de vidriosos ojos y babeantes colmillos.
    -Mala noche se presenta- dijo a modo de saludo, señalando con enguantada mano la incesante llovizna.
    -Si- contestó el joven, confirmando con ello la desapacible noche.
    Un nuevo gruñido del animal, le hizo tensarse.
    -Calla Luc- ordenó el amo, con una seca sacudida en la gruesa cadena.
    -Impresiona- aclaró el joven, tratando de encajar una sonrisa, justificadora de su temor.
    El individuo se acercó y, el largo de su sombra rozó los pies del joven, el cual sintió un sacudido temblor recorrer su cuerpo; la sonrisa de aquel extraño se marcó, mostrando una deformada dentadura, engarzada en inflamadas encías. Todo en él, le resultó desagradable, desde el primer instante le repelió, sin embargo procuró mostrarse amable, temiendo principalmente al negro perro que, insistente, le miraba. El extraño se percató de ello, y con la sonrisa aun mas marcada, explicó, intentando con ello, tranquilizarle en su temor.
    -Solo ataca si se lo ordeno- aclaró.
    El joven con forzada sonrisa, comentó.
    -Me gustan los perros, me llevo bien con ellos, aunque reconozco que este me impresiona- concretó, mostrándose algo mas sereno.
    -Ya- concluyo aquel individuo, demostrando el haber comprendido; tras unos segundos con- tinuó. Es como todo, si le das buena comida y le demuestra quien es el amo, tendrás un buen perro- y nuevamente sonrió, dejando ver bajo el ala del sombrero, una fría mirada de aceradas y escrutadoras pupilas.
    -¿Y como este paseo, en tan desapacible noche?- preguntó y sin esperar respuesta, continuó.
    ¿Aireando el pensamiento?- contestando con esta, su primera pregunta.
    Con un profundo suspiro y la humillada inclinación de su cabeza, expresó la acertada respuesta de su interlocutor, aun sin comprender la osadía de su pregunta, que consideraba tan íntima, reconoció sin embargo, que había acertado de pleno.
    -Es normal a tu edad- quiso explicar aquel hombre, aportándole con ello, un punto de confianza y confirmando así, la experiencia que aparentaba tener.
    El, algo mas sereno, tomo lánguidamente un cigarrillo, ofreciéndole al extraño, bajo la atenta mirada del fiero animal.
    -No, gracias..- rechazó aquel hombre, con un leve alzamiento de su enguantada mano, mientras en sus finos labios, florecía una sonrisa de dibujada siniestralidad.
    El en cambio se relajó y, en su desesperada necesidad de desahogo, confió en aquel sujeto.
    -Pues si, aireando el pensamiento… y los problemas- confesó, confirmando así, su desesperante soledad.
    -No existen problemas- sentenció aquel individuo, tomando asiento junto a él, con el solicito permiso de una inclinación. Tras un breve silencio, prosiguió. Todo problema tiene su solución- aseguró. Lo difícil es buscarla y aportarla al problema, pero no es esa la mas acertada- finalizó, señalando la soga colgada aun de la rama; el joven se sintió cohibido y tras una calada del cigarrillo, bajo avergonzado la mirada.
    No creo que sea tan grave tu problema- puntualizó el viejo, con una leve insinuación a que le confiara sus pensamientos.
    Nuevamente le resultó atrevido y curioso su comportamiento, sin embargo tratándose de un anciano comprendió su descaro.
    -¿Mujeres?- insistió nuevamente aquel sujeto, alzando hacía atrás la cabeza y mostrando por primera vez, su anguloso y pálido rostro, con la iniciación de una sonrisa, que por momentos pudo resultar amable. También el joven sonrió, aunque con una sombra de tristeza entre sus labios.
    -No deberías preocuparte- prosiguió el viejo, escrutándole con su fría mirada y un chisporroteo de cobre brilló en sus pupilas. La mujer es fácil de convencer, lo se por experiencia- finalizó y la sonrisa se agrandó, dejando el ja..ja,,ja, de la risa, como eco.
    -No todas. Aclaró inocentemente el joven, añorando sus recuerdos.
    -Lo que se ha tenido, se puede recuperar- concretó desde su experimentada vejez, aquel sujeto. Lo que tienes que descubrir es, el error que sin duda has cometido- concluyó, con una nueva insinuación a que le confiara aquel dilema que tanto le agobiaba.
    Esta nueva tentativa, obtuvo su objetivo. Antes la necesidad de sosegar su inquietud, el joven se confió.
    -Es mi novia- inició su explicación, y el viejo mostró interés, con triunfante y fría sonrisa. Sabe que la necesito- prosiguió el joven, con entrega total de su confianza, hacía un extraño, que como se justificó a sí mismo, no volvería a encontrar en su vida.
    -Ella trata de dominarme, al saberme enamorado- explicó con la humedad de un reprimido deseo entre los labios y la añoranza reflejada en la mirada.
    -Pero es tan guapa….- musitó nostálgico.
    Tras un profundo suspiro, prosiguió. Siempre se ha de hacer lo que ella quiera….
    -Y eso es motivo de disputa- finalizó, cortándole la palabra aquel extraño. El asintió, con una inclinación del rostro, mientras daba una profunda calada del cigarrillo.
    -La culpa es tuya- sentenció el viejo. Si ella esta segura, fue porque tú se lo permitiste; en el amor- dudó. No hay que entregarse al completo, eso es malo- sonrió, mostrando nuevamente su deforme y amarillenta dentadura. Aunque lo malo puede llevarte a lo bueno, al gozo- puntualizó. En este caso, el amor, es poco inteligente entregarse totalmente, siempre has de dejar algo para después; si ella quiere algo… y se lo niegas, conseguirás que te lo ruegue, si no consiente en algo… y la fuerzas, la satisfaces, pues en su fuero interno, a todas les gusta ser poseídas por un macho dominante- concluyó con una sexual insinuación de su erecto puño.
    Estaba en lo cierto, comprendió el joven, pero le resultaba difícil no ser sincero en su entrega.
    -¿Como conseguirlo? - preguntó ansioso.
    -Te puedo ayudar en ello- aseguró con rotundidad, aquel sujeto. Yo, poseo un don- aclaró, con expresión cortés. Un don para ayudarte a conseguirlo y sin dudar, te lo ofrezco. Podrías conseguir a toda mujer que quieras- expresó tentadoramente, dejando al joven con la incógnita reflejada en el rostro. A cambio de…- flotó la duda en el aire y le miró solicitando su respuesta, tras unos segundos, una explosión de risa, brotó en su siniestra boca, y con fingida simpatía concluyó. Digamos que tu alma- y volvió a reír estrepitosamente. El joven le miró sobrecogido, pero tras observar su divertida expresión, comprendió la supuesta broma y contagiado de su risa, agregó. Que habrás de firmar con sangre- y ambos prosiguieron la estrepitosa risa, dejando por primera vez, de ser observado por el babeante perro, que al igual que ellos, parecía reír.
    Tras un momento de irrefrenable risa, con los ojos aun humedecidos, antes tal situación, de nuevo se expresó el extraño. -No…hablando en serio, no es necesario firmar con sangre, basta con que aceptes mi ayuda- añadió, pretendiendo mostrarse generoso, para concluir con una nueva risotada, a continuación le explicó. Como te he dicho, poseo un don con el que te puedo ayudar, es por imposición de mano, ¿aceptas?- interrogó.
    En lo que acertaba a comprender, se trataba de alguien raro, desde un primer momento le había dado esa impresión, le resultaba extraño, distinto, diferente y, probablemente era cierto ese don, del cual presumía, de ser aquello verdad, nada perdería aceptando su ofrecimiento, además, pensó, se trataba solo de dejarse tocar, nada perdería con ello, por lo que el joven aceptó.
    -Por supuesto solo…- pareció pensar, y tras unos momentos en la duda, aquel extraño individuo prosiguió. Se trata solo de tocarte, pero según para que, tocarte en distintos sitios; en tu caso, el amor- le miró fijamente y continuó. En la garganta, con lo que te aportaría, facilidad de palabras y melodiosa voz; es algo que las debilita- aclaró. Y además- prosiguió. Aunque te resulte incómodo, en la entrepierna, para concederte fogosidad y potencia en la carne- y nuevamente su puño, insinuó la erección.
    Sus miradas se cruzaron, comprobando en sus ojos, que no existía ningún deseo homosexual en aquel viejo, por lo que con tímida sonrisa, aceptó.
    Al desenguantar su mano, un inquietante temor le invadió, unos largos y huesudos dedos, revestidos de pálida y arrugada piel, cubiertos en su mayoría por negro y flácido bello, rematados en gruesas uñas puntiagudas, le hizo dudar, plegándose sobre sí, en la distancia.
    -No temas- se excusó el viejo, al notar su temor, y en un intento de parecer amable, con suave y dulce movimiento, dirigió hacía su cuello, aquella garra; él tiró el apurado cigarrillo y tensó su aspecto en el alejamiento.
    -Tranquilo- insistió el viejo y, con susurrante voz, le insinuó. Te va a gustar- concluyendo el movimiento, hasta aferrar su garganta.
    Le resultó frío su contacto, pero con leve presión, fue tornándose cálido, hasta llegar a resultar incómodo en su calor, e inundándole el paladar de un mantecoso jugo, un tanto amargo, el cual ascendía a su cabeza, similar a un fluir de deslumbrantes palabras e inconexas frases; La uña de su dedo índice, bajó y giró sobre su pecho, cayendo en vertical al bajo vientre y, en compañía de sus huesudos compañeros, agarró con precisión sus genitales, bajo la doble tela de la bragueta. Sintió una erecta sensualidad invadiendo su miembro, se humedecieron sus labios de salivoso placer, su cuerpo se estremeció y una irrefrenable eyaculación, dejo su cuerpo, manchando de blancor su bajo vientre, mientras con jadeante voz sobre su boca, se escucho un. Siii.
    Un perlado sudor, cubría su cuerpo. -Si- gritó colmado de placer, e irguiéndose sobre la cama, despertó.
    Una abrumadora duda, reinó en su rostro, no sabía donde estaba, abrió desorbitados los ojos y contempló atónito la oscura habitación, apenas iluminada por la tormentosa noche. Sacó los pies de la cama, dejándolos caer al frío suelo, quedando con un estremecimiento en posición de sentado. Sacudió su abundante cabellera y comprendió su momento, se había tratado de un sueño, un sueño del que aun conservaba en su vientre la húmeda prueba del placer soñado, se alzó y temeroso a su derrame, aceleró sus pasos, hacía un palanganero de oscura madera y ovalado espejo, el cual reflejaba, la blanca y azul porcelana; noto pegada a su vientre, como una segunda piel, la cuadriculada tela de su bata. Se sintió sucio, precisaba limpiar la pringosa mancha sobre su carne, al hacerlo, instintivamente miró la blanca toalla, sorprendiéndose al contemplar en ella el rojo rastro de sangre, con temerosa inquietud desabrochó la camisa y a la luz del relámpago, descubrió en su pecho el escandaloso motivo. En su tabla pectoral, una sangrante línea bajaba desde su cuello y tras girar sobre el pecho, caía en vertical hasta su pene, como rúbrica de firma, por el siniestro sueño concebido.
     
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