El pequeño perdigón

Por la palma de la mano desciende
una luz refractaria como una turba
y bajo el ascua de su llama roja
arde incandescente y con su calor
habla de nuestros días de amor.
Aún a día de hoy no soy capaz
de expresar lo mucho que te debo,
aquella felicidad prometida
que hallé con el sabor de tus besos,
como ardió el corazón y en su locura
dibujó las líneas de tu dulce cuerpo
con los tizones de mis fríos dedos,
como te hice un oasis dentro de mí…
-¿Recuerdas amor mío aquella luz
que tras la ventana nos iluminaba
y se hacía testigo de nuestra pasión?
Dejé escapar al perdigón indefenso
y pensé que como muestro amor
debía pelear contra el mundo,
que sería capaz de sobrevivir
ante todos para alcanzar en su lucha
la felicidad que este mundo en llamas
nos debe y con cada nueva caricia
se hace dueño de nuestros corazones,
como ese perdigón aunque débil
le bastaría con levantar su voz
y así encontrar refugio entre las alas
de un cielo frágil que se ruboriza
y como febril amante mira a su amor
en la línea delgada del horizonte,
hasta encontrar entre sus nubes
el azul de un oleaje cristalino,
donde los besos salados con su carmín
son unas golondrinas negras y alegres
que llevan entre sus finas alas
los felices latidos del corazón.
-¿Recuerdas como tenías en las manos
el cerrojo esperando a ser abierto,
como tras su umbral el mundo lejano
poco a poco silente desaparecía
por el acantilado de nuestro amor?
Hoy el perdigón corre bajo la sombra
de unas florecientes plataneras,
siento como mira al cielo con orgullo,
como aún sigue en pie y deja su huella
en la espesura y en la esperanza
de que tarde o temprano este mundo
entre las llamas de un sol incandescente
se hará con la hoguera de su amor.​