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Apocalipsis en café

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Elisalle, 17 de Diciembre de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 370

  1. Elisalle

    Elisalle Poetisa

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    No se sabe qué motivos hubo para que Mariel llegara allí. ¿De dónde vino? ¿En dónde fue detenida? Sólo sabía que había sido deportada. ¿Deportada? Ese verbo la confundía mucho más, parecía tener amnesia temporal. No estaba segura si llegó por tierra o por mar. Hasta llegó a sentir que vivía otro tiempo. No estaba triste, sólo confundida y pensaba que de esta extraña experiencia podría aprender demasiado. El lugar al que llegó era de color café, no sabe por qué, pero es la forma en que lo apreció desde que puso pie en esa tierra y a sus ojos invadió ese color. Café sucio, seco, polvoriento en una devastación total. Las gentes eran café. Sus ropas, sus rostros, toda la piel. Nada parecía distinguir entre suelo y personas, sólo mínimos movimientos. No había calles marcadas. Era un apocalipsis café. No era agradable, pero allí estaba: no de periodista, no de visita, no como en servicio de rescate, sino "deportada". Trató de comunicarse, pero la gente no era amable. ¿Cómo podían ser amables si todo estaba destruido y sólo desolación reinaba en aquello que daba la impresión que una vez fue ciudad, pueblo, aldea, país?, No dimensionaba. La timidez empezó a invadirla cuando se dio cuenta que no podía expresarse. Aquellas gentes no hablaban inglés ni español. Sintió el desprecio en sus gestos, como si fuera aparición maligna. Mariel iba bien vestida y sólo entonces se dio cuenta que era una mancha en aquel paisaje desolador y tuvo vergüenza de ser distinta. Una mujer mayor intentó ayudarla con señas, era gentil entre tanto dolor. Mariel sólo quería comunicarse con los suyos pero no sabía en dónde estaba, no había un teléfono y si lo tuviera lo mismo daría. Estaba en una tierra que olvidó el tiempo. Mientras estaba reunida con las personas del lugar por algo político, (tuvo la impresión de que era algo así) vio a una de sus hijas. ¡Qué hacía allí! ¡Cómo llegó! Se dio cuenta de su tristeza silenciosa y no hizo preguntas, sólo se quedó a su lado. Eso no se preguntaba, se deducía. Un niño pequeño jugaba distraído con sus cubiertos celestes, los que usaba a diario en su casa al poner la mesa ¿Por qué los tenía el niño? Destacaban los tenedores y cuchillos. Lo extraño es que no estaban sucios, ni rotos. Eran de un límpido celeste que destacaba entre ningún tono. Escuchó que su hija dijo: "Descuida, mamá. Yo los levanto después". Mariel supo que ella era el blanco de algo; que tal vez la tomaron por espía, por traficante, pero estaba segura que ella no era nada de lo que pensaban. Ella sólo hacía poesía. La confundieron y de esta confusión, aprendería, que a cualquier persona le pueden suceder cosas que no imaginó. Que nadie está libre de nada en este valle de lágrimas. Sobre su regreso o salida de aquél lugar umbrío, no imaginado por quienes están lejos, nadie puede dar respuesta segura. Los superiores de aquella tierra olvidada, se acercan a dar posibles respuestas de la llegada de un barco, o un avión que la lleve devuelta a casa y otros desmienten. Ella, Mariel, está oníricamente allí, en el lugar que hoy sufre la indiferencia de dios. Mariel está deportada en Alepo.

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    María Margarita
    17/12/2016

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    Última modificación: 17 de Diciembre de 2016
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