Viuda negra

Tiende tus redes, pescadora extraña,
desde donde te indique el fiero instinto,
sobre el mar bullicioso y variopinto
de hirviente vida que tus costas baña.

Sigue fingiendo tu malicia, hazaña,
desde el salón de mandos del recinto
de tu falso y sinuoso laberinto:
pánico al Minotauro das, araña.

La extensión de tisú de tus sentidos
es dédalo textil de sensaciones
cuyos nervios agitan campanillas.

Unas, de bronce, las de los queridos;
si de plata, requieres corazones;
de oro... ya, sin mirar, sólo acuchillas.

José Benito Freijanes Martínez​

 

Has captado precisamente lo que yo buscaba, amigo malco. Otros lo podrían interpretar de otras formas y yo no se lo podría impedir mientras lo que digan también se pueda derivar de lo que está escrito. Abrazo también.

 

Ay, esas viudas digo damas que tanto nos hacen sufrir con sus desaires al enredarnos en sus telas pero que incluso devorándonos las queremos mucho más. Hermoso soneto, José. Un saludo

 

Muchas gracias, FanÁngel. Hay de todo por este mundo adelante. Pero hay que tener cuidado con quien se junta uno, tanto hombres como mujeres. Otro saludo, amigo.

 

Muchas gracias, María. Me encanta que te haya gustado. Es lo que se intenta. Un saludo cordial y buena semana también.

 

Acabo de escapar de las espesas sedas de una, así que solo puedo decirte que me encantó la forma de poetizarlo en tu soneto, José Benito.

Un abrazo.

 

Muchas gracias, M. Á. M., por decírmelo, y por pasarte por aquí y leerlo. Un abrazo.