Tu mausoleo

Atravesándo pasadizos interminables, con un candelabro en la mano.
Finalmente me encuentro frente a tu mausoleo, adornado con diamantes y oro digno del rey de mis pesares.
Tumbada sobre tu mausoleo intentándo revivir tu tacto, arranco las joyas que no son más que rastrojos ante mis ojos.
Rastrojos esparcidos encima de tu belleza original.
Levanto la tapa y un ahogo se difumina en mi rostro.
Sostengo tu mano helada y la beso como la primera vez en la que me convertí en tu esclava.
Acerco mis labios a tu boca y te beso como el primer día en el que te ofrecí mi lecho en una noche sin luna.
Después de tanto tiempo muerta he regresado a la vida sobre tu cadáver.
Estoy ciega de mirarte, estoy loca por tocarte y ahogarte con mi deseo.
Tu esencia jamás perdida se incrementa entre los muros de cal y piedra.
Las velas del candelabro se funden al igual que mi cuerpo se funde en ti.
Acabo de encontrar mi esfumada vida, dejando morar a la muerte por su interior.
La luna se dispersa dando paso a los primeros rayos malditos.
¿Qué me importa? Si la oscuridad de tu esencia es eterna.
Si tú eres dueño de mis pasiones y de mi intensa locura.
Jamás anhelaré a mi cordura, simplemente porque en un extraño mundo de luz y sombra nunca pudo existir.