¡oh muerte!

Ahí estaba ella
cual rosa muerta en la pradera...
Su perfil se dibujaba en la sombra del más allá.
Ya se había calmado el torrente de vida
que un día rociara la primavera.
Era sólo un tallo seco lo que quedaba
de aquel jardín florido lleno de belleza...
El murmullo de viento arrullaba la tristeza
de aquella noche impávida.

La agonía se reflejaba
en lágrimas incrédulas ¡aterradas!
mis ojos estáticos perdidos vidriosos
se compaginaban con pensamientos
abatidos gélidos ¡abismales!
la muerte cobarde y traicionera
la sentenciaba a cadena perpetua...
Así de sencillo sin apelación ni defensa.

¡Oh! muerte nube infinita de sorpresas
¡cómo ahogas la ternura y alegría con tu ola!
¡cómo atacas la armonía y la vences con tus armas!
perfumando con incienso tu apetecida batalla.

Todo en mí es en vano...
Cuando la soledad se desboca infinita
cuando la profunda pena me envenena
no basta su recuerdo para mi vuelo
no hay playa sin la arena de su cuerpo...
Sus ojos cimarrones son humo deshecho
en el ocaso nostálgico de mi desespero.

¡Oh muerte ladrona y destructora
cómo apagas con tu aliento mi estrella
por qué no me robas mi vida
por qué no me llevas con ella!

La muerte se aleja con su silencio
por el sendero eterno del olvido del tiempo...
El barco de mi existencia navega a la deriva
por mares lapidarios escondidos fantasmales
¡sin rumbo...sin vida...sin sueños...!


Tato Ospina.
DRA

 

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