Ermitaño (Soneto)

Volviéndome a tus ojos un extraño
obré con nuestro amor inconsecuente
y tarde y con plegarias, ya tu ausente,
suplico me perdones tanto daño.

Tras lágrimas y rezos de ermitaño
soporto mi dolor amargamente
y en vida penitencio interiormente
la falta que causó tu desengaño.

Marchaste de mi lado sin demora
dejándome, infeliz, el alma inquieta
después de colocarme esta sotana.

Un sayo de ocre tono visto ahora,
el hábito de un triste anacoreta
sin ver, detrás de ti, ningún mañana.
​

 

Qué perfección, en ese lamento. Compadre, cuánto vocabulario exhibes. Me alegro mucho por ti. Eres culto.

 

Te agradezco tus amables y, a veces, surrealistas comentarios hacia mi poesía. No se puede decir que no eres original, ja ja, te mando un abrazo cordial.