El Pozo

Del pozo de los deseos se escucha el chapoteo enigmático de un cuerpo. Ahogándose mientras los ojos viscosos de un ser harapiento proyectan su vil alegría por la anunciación de un próximo cadáver más. Los rayos de la luna se proyectan sobre el agua quieta, mientras esa víctima pide a intervalos sucesivos socorro. Mas no hay nadie que lo escuche. Sólo ese ser enfermo de maldad que deja caer por el agujero de la maldición una pesada piedra granítica; que va a caer desdichada a la cabeza del ya casi en cuenta gotas muerto por desidia. Se oye el último lamento de la víctima cuando ya el plenilunio arroja su sangre cuajada de leche sobre toda la superficie del pozo de los deseos. Y he aquí que el cobarde asesino que lanzó la piedra contempla a su bastardo doble, flotando sobre las aguas e hinchado como un sapo lleno de pus. Ya podrido y con los pulmones encharcados del líquido dador de Muerte.