El Nigromante

Ya los sombríos cipreses guardan en la noche de ébano el espíritu vago de la llorosa soledad.La luna llena,amarillenta,irradia con su lechoso manto el vetusto camposanto que humea vaho con desagradable olor a carroña podrida.El repique sacrosanto de las viejas campanas de la lúgubre iglesia enmudece ante un grito sobrecogedor que hiende el silencio que abarcaba el Todo:es la llamada de socorro de un vagabundo que fue furtivamente cazado por los espectros de los difuntos exhumando el pestilente cadáver de su amada ya replegada en los brazos acorazados de la funesta muerte...durmiendo el reparador sueño eternal.

Aquel sufre la posesión demoníaca por los manes que,impertérritos, perturban la insana alma donde ya no se posará nunca jamás el rayo de oro de la advenediza y clareada alba que no tiene prisa en resurgir... como si advirtiera que el castigo sobrenatural sobre tal vituperable nigromante tuviera que ser fehacientemente realizado antes del de la salida del bienhechor sol ancestral.Ahora sólo se escucha el ulular maldito del espíritu del condenado hecho jirones...