EL Camposanto

En el vetusto cementerio de tapias enmohecidas se iergue un roble centenario:carcomido en su fogoso fulgor interior por las ratas hambrientas.Ostenta en sus ramas una desdichada nebulosidad desnuda que al son del viento nocturno arpegia sones fúnebres de melancolía y remenbranza eternas.Por allí pasan transeuntes ataviados con ropas de luto macabro que los hace menguar en sombra cenicienta la luna plateada de cortante brillo macabro.El silencio es absoluto.Entonces,comienza a llover con una fuerza ciclópea,y los mendigos de cadáveres salen en desbandada del sacrosanto suelo sagrado,dejando un reguero de pisadas que humea como el fuego parturiento de la divina maldad que rige desde las infinitas constelaciones del firmamento nocturno.He aquí a la amarga figura de semblante moribundo que se pasea con la guadaña oxidada y con el traje oscurantista calado completamente:va a la búsqueda de almas de difuntos que no cumplieron la sobrenatural huida de sus decrépitos cuerpos descuartizados por los gusanos,y ahora lo pagan con el secuestro que Muerte realiza fehaciente para trasportarlos a la penuria de un limbo negro donde la luz del amado Dios no es capaz de hendir las densas tinieblas de tal tenebroso antro:donde nunca descansarán y bramarán como bestias enloquecidas.