Amanece, juntos.

Entre las altas cumbres borrascosas
se postra la vieja noche abatida y sin sonrisa
con el viento entonando canciones
que rozan el alma de los árboles
y expresan un lamento sordo.

La luna alta en el cielo brilla y tú,
al final del camino me esperas,
con el rostro bañado en plata,
me llamas con voz susurrante,
deseosa de aquella respuesta.

Mis pasos son lentos,
contrastan con el ritmo de mi corazón,
y mi respiración,
entrecortada;
pues cuando te veo
siento que el mundo se esfuma,
entre los pliegues de mis dedos.

Mis ojos buscan tu figura hermosa,
entre las sombras, y te llaman
a gritos. Es lujuria, es deseo,
un amor inconcebible
que se muestra presto en reaccionar.

Tu frío tacto en mi piel
es un paseo en el Edén del cuerpo
y lo son más aún, tus labios,
que tímidos sonríen
en la penumbra de la noche
y penetran en mi alma.

Soy un borracho que no quiere beber
y aun no intentándolo vuelvo a caer,
cada día.
Me acerco a tus labios con un tímido beso,
uno detrás de otro, te susurro al oído,
(lo mismo que hago con tantas otras)
y finalmente el día destierra las tinieblas
mientras amanece juntos. ​

 

Muy bueno. Saludos cordiales.