¿Qué será de esta vida cuando yo deje de amar?

Cuando el último latido de mi amor se apague, ¿qué será de esta vida? La pregunta flota en el aire como una brizna de polvo, sin destino fijo, errante entre los recuerdos y los sueños. ¿Será que el mundo continuará su curso sin inmutarse, indiferente a la ausencia de mi amor? ¿O tal vez habrá un silencio, una pausa imperceptible, como un suspiro que se escapa y se disuelve en el viento?

Dejar de amar es como cerrar un libro a medio leer, abandonando personajes e historias en el limbo de lo inconcluso. Es un acto de rendición, de reconocer que la trama ya no nos pertenece, que las páginas que siguen no guardan sorpresas ni misterios que valgan la pena desentrañar. Pero, ¿qué será de este mundo mío, construido sobre los cimientos de un amor ahora extinto?

Las calles por las que caminamos juntos, tomadas de la mano, parecerán fantasmas de una ciudad olvidada, donde cada esquina guarda un eco de nuestras risas, de nuestras peleas, de nuestros silencios compartidos. Los cafés donde nos sentábamos, conspirando contra la monotonía del día a día, se transformarán en museos de una época dorada que ya no brilla.

Y yo, ¿quién seré sin ese amor que me definía, que me daba forma y propósito? Seré un extraño en mi propia piel, un náufrago en la vastedad de un océano sin nombre. Mis manos, acostumbradas a la caricia y al abrazo, se tornarán torpes, inútiles en su búsqueda de un calor que ya no existe. Mis ojos, que encontraban el sentido en tu mirada, vagarán perdidos, errantes en busca de un faro que los guíe.

Pero la vida, implacable, seguirá su curso. Los días se sucederán a las noches, y el sol continuará su danza con la luna, indiferente a mi desamor. Las estaciones cambiarán, y con ellas, el paisaje de mi existencia. Tal vez, con el tiempo, las heridas se cerrarán y las cicatrices contarán historias de un amor pasado, de una vida que fue.

Y así, en ese futuro incierto, cuando yo deje de amar, ¿qué será de esta vida? Será un nuevo comienzo, una página en blanco esperando ser escrita, una oportunidad para redescubrirme, para aprender a amar de nuevo, quizás de una manera diferente, quizás con una intensidad renovada. Porque al final, dejar de amar no es más que una pausa, un respiro antes de volver a sumergirse en el torbellino de emociones que nos define como seres humanos.

¿Qué será de esta vida cuando yo deje de amar? Será vida, simplemente, con sus altos y bajos, con sus sombras y luces, con sus pérdidas y hallazgos. Será vida, siempre vida, y en ella, encontraré la manera de seguir adelante, de encontrar nuevas formas de amar, nuevas razones para vivir.

 

Al final el amor monógamo tiene fecha, nacemos solas, morimos solas