Tercetos encadenados

Empiezo mi terceto con sequía
y lo hago con esfuerzo de mi mente
y sed en esta rima tan vacía.

 

Inmerso en mis penares, como ausente,
decidí que salieras de mi vida,
tu último engaño ha sido suficiente

 

Preciso rehacerme, urge que pida
perdón y auriga regia en la carrera,
olvidar al que reza en la guarida.

Resulta que me pinta una manera
muy rígida la celda y libertades,
sin las rutas ni mares que entreviera. ​

 

En mi infancia de tristes soledades
mis rodillas sangraron en la plaza
aquella noche nueva en libertades.

Dijeron ¡vaya ejemplo de una raza!
los cristales se hundían en mi carne
y rieron ¡que le pongan la mordaza!

 

Deslumbrado me vi por aquel brillo
que daban tus consejos a mis rimas,
oscuras y apagadas, de bolsillo.

Sé muy bien que en el fondo tu me estimas,
perdonas mis intentos de hacer versos
incluso con frecuencia a ello me animas.

 

Y supo a disparate
cuando el vino inundaba la ensalada
y el corcho navegaba en un tomate.​

 

La lechuga a conciencia encebollada
y el aceite y vinagre en proporción,
no hay lugar para el vino en la portada.

Ni aún siendo albariño, y con razón,
puede el caldo soñar con un lugar
en un plato que adora la nación.

 

Por más que se emboñiguen
con un proselitismo chocarrero,
los votos, pareciera, los persiguen.​

 

He de dar mi respuesta más concisa,
no preciso forzar encadenados,
sí acabar los tercetos más deprisa.

 

Nos dicen que sintamos los alientos
de la Ley resoplando en sus cogotes,
que no les servirán sus aspavientos.

 

Si vives a la gresca por orgullo
mal puedes disfrutar de la amistad.
Es esta una razón de perogrullo.

 

Me asoman las arrugas,
pocas, pero las creo sabias marcas
de batallas y cosas que apechugas.​

 

Les pido que por fin se reconcentren,
es fácil si en verdad así lo intentan,
da igual los resultados que presenten.

 

Conozco tu pericia
la de escribir los versos más agudos,
profundos, delicados, gran delicia.​