La última pared de la fortaleza

Niñas,
niños.
Vengan con sus juguetes los que tengan,
con sus manos los otros,
o con lo que inventen.
Esos son los mejores utensillos,
historias,
amigos invisibles,
crayones pintando en el aire.

Vengan,
vamos a dibujar una planta entre los ladrillos.
Entre las herméticas piedras sordas.

Háganle raíces,
múltiples,
que crezcan, se ramifiquen
hacia las cuatro esquinas de la hoja
de este mundo en blanco y negro.

Háganle colores furiosos,
hermosos.
Niñas,
niños,
píntenlos ustedes con inocencia.
Que a nosotros podrían acusarnos de: revancha,
de estra hartos,
o drogados
o en contra de esta filosofía no participativa que no nos cuenta,
ni encuentra.
Más bien divide,
resta.

Súmense desde ahora ustedes,
aprendan de nuestros errores.
Ustedes,
que no conocen aún la rabia.

Quiéranse,
cuídense,
no a si mismos solamente,
sino entre ustedes.
A nosotros podrían acusarnos de revolucionarios,
de conspiradores,
o locos.
Empiecen desde ahora,
pinten una planta verde entre lo gris,
rieguen esa esperanza,
y aquí no hay doble sentido...
Nadie está fumando nada.

El sentido tenés que dárselo vos,
a tu barca de huesos,
a esa voluntariosa bala de cañon de tu inconformismo.
Y apunten bien esta vez ustedes,
mentira que todo da lo mismo.

 

Me encanta la poesía cuando sale del Yo
y se hace participativa en los niños, en la otredad inocente, del Nosotros.

carlos

 

Este poema, como casi todo lo que escribes, tendría que aparecer en los libros de texto de todos los colegios, mucho antes de que hayamos muerto.

Un abrazo,

 

Hermosa entrega de versos... Si al nacer nos entregaran un instructivo así como recita tu poema, abundaran seres en la tierra con profundos valores...

Bravo por tu obra....

Mis Saludos...

Camelia