Sombras de la represión

La sangre le resbala por el brazo
lanza una piedra y quiebra un casco.
Llueve el gas en todas direcciones
y entre la multitud nadie se reconoce.

Mateo, 20 años, estudiante de psicología
Hoy se está manifestando. Lucha con la policía.
El gobierno está ejerciendo todo el peso de su fuerza
Se habla ya de 20 heridos. Todo es caos y violencia.

Su madre está angustiada mientras mira las noticias
Con horror ve a universitarios recibir una paliza.
Y la prensa también lucha por obtener la primicia.
Nadie sabe ni sospecha que el terror recién inicia.

Como en falsa bandera alguien dispara a un oficial.
Es la mecha que se esperaba para dar paso a lo brutal.
Y es que entre telones se había armado la tramoya
para inculpar a los manifestantes y que ahora arda Troya.

Entonces la guardia civil ya no usa balas de salva.
Disparan a quemarropa y de esta nadie se salva.
Juan de Dios, irónicamente, será enviado a sus brazos
un teniente de la 8ª le deja caer cinco balazos.

«¡¡¡Martín!! ¡¡¡esto es horrible!!! ¡¡¡Los están matando!!!».
Así grita una reportera que quedó en el fuego cruzado.
Allí yace ella en el suelo, y quedó todo grabado.
El camarógrafo fue detenido y nunca más será hallado.

Dos chicas corren horrorizadas, ellas no estaban en la marcha.
Se ven buscando refugio. No lo logran. Las alcanzan.
Imploran, pero a ellos no les importa, se les acabó la suerte.
Con ellas hasta ahora suman 30 heridos y 15 muertes.

Itzel, de 54 años. Docente de contabilidad.
Trata de proteger a tres personas. No lo logrará.
Le caen a macanazos, y de sus órbitas escapan sus ojos.
«Vieja de mierda, a ver si aprenden. ¡Aquí odiamos a los rojos!».

El padre Melquiades de la catedral, abraza a uno de los heridos.
«A un lado, Padre o me lo echo», le gritan y allí mueren unidos.
Las tiendas cierran sus puertas, por miedo a verse afectados.
Afuera se oyen las súplicas, pero ganan los disparos.

Joaquín volvía del trabajo, pero el bus no pudo avanzar.
Ahora está tirado en un charco, con la pierna a medio colgar.
Le soltaron a tres de los perros, que con él se hicieron un festín.
Allí yace otra víctima inocente. Allí yace el pobre Joaquín.

Por la noche el llanto de las madres, en la morgue estremecen las mesas.
El gobierno se lava las manos, y dice que caerán cabezas.
Mientras el Cuarto Poder, por la fuerza se ve obligado
a poner alguna novela que al vulgo mantenga embobado.

Un niño que salía del jardín de infantes es secuestrado
y ahora todas las cámaras miran para ese lado.
El gobierno ve el pasar las semanas que su plan salió perfecto
pues el niño está en un suburbio en las manos de un sargento.

El mismo que dos días después será el héroe de la historia
inculpando a unos indigentes. Total, ¿a quién le importa «esa escoria»?
Mientras salen algunos informes, un secretario es despedido.
Se reconoce la fuerza desmedida, pero ningún desaparecido.

Y aunque hay muchas protestas, hacen todos oídos sordos.
Se inventan un amistoso de fútbol y al pueblo se le olvida todo.
Negocian con algunas familias y les dan casas del gobierno,
a los que no quisieron hacerlo los mandaron a la punta de un cuerno.

Pasan los años y los que quedan aún luchan por la verdad.
Mientras la mayoría de los culpables se fue en total impunidad.
Hoy la facultad de Ciencias Políticas prepara una manifestación
y entonces los infiltrados, a sus jefes le pasan la voz.

El batallón está preparado, anhela entrar en acción
y en horas veremos caer la sombra de la represión.

 

Me recuerda un poco a la noche de los lápices.

No es cuestión de ideología, sino de acciones.

Las etiquetas son solo palabras, los hechos no.

Saludos cordiales.