La carrera de la lentitud

Había una vez, en un bosque tranquilo y lleno de hojas crujientes, un caracol llamado Gaspar. A diferencia de los demás caracoles, Gaspar odiaba ser lento.

—¡Siempre llego tarde a todo! —refunfuñaba mientras su baba dejaba un caminito brillante por el suelo—. ¡Hasta los hongos crecen más rápido que yo!

Un día, el búho del bosque anunció algo emocionante desde lo alto de un roble:

—¡Este sábado habrá una gran carrera! ¡El ganador se llevará un cinturón dorado y un montón de frutas jugosas!

Todos los animales comenzaron a entrenar: las ardillas practicaban saltos, los conejos hacían carreras de ida y vuelta, y hasta los mapaches estiraban las patas con entusiasmo.

Gaspar también quería participar. Pero al anotarse, todos lo miraron raro.

—¿Tú? ¿En una carrera? —se rió un zorro con una bandana roja—. ¡Te daría tiempo de plantar un árbol y esperar a que crezca antes de que llegues!

Gaspar bajó sus antenas… pero no se rindió.

El día de la carrera, todos se alinearon. El ciervo dio la señal y salieron corriendo a toda velocidad… excepto Gaspar, que apenas comenzaba a avanzar.

Uno a uno, los animales desaparecieron en la curva del sendero.

Pero a mitad de la carrera, las cosas se complicaron.

El conejo se tropezó con una raíz, la ardilla se perdió entre los arbustos, y el zorro… bueno, se distrajo comiendo moras.

Gaspar, con su ritmo lento pero constante, encontró al conejo, lo ayudó a levantarse, indicó a la ardilla el camino correcto, y hasta compartió su hoja seca con el zorro para que limpiara sus patas.

Finalmente, Gaspar llegó a la meta. El último… o al menos eso pensaba.

Pero cuando llegó, todos los animales lo esperaban y aplaudían como nunca.

—Gaspar, ¡tú ganaste! —dijo el búho, emocionado—. Fuiste el único que no se rindió, ayudaste a los demás, y demostraste que llegar con el corazón vale más que llegar primero.

Gaspar no sabía qué decir. Solo estiró sus antenas con orgullo y sonrió.

Desde entonces, la carrera del bosque se llamó "La Carrera de la Lentitud", y el lema pintado en una gran roca decía:

“Lento no significa tarde… significa atento.”


Rosa Maria Reeder
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Gracias Alde