Tercetos encadenados

Era su humor rayano a funerario.
Se reía de mí como el Guasón,
sumado a algún chillido estrafalario.​

 

Un monstruo de albañar,
fétido engendro y putrefacto, fue
lo que en mi pesadilla vi atacar.​

 

El dolor vino y fue,
pero siempre esperé que algo cambiara
se trocara en amor, pasión y fe.​

 

Y el cielo fue un barreno
azotándonos valle, río y casa,
Madre Natura en pleno desenfreno.​

 

En comprometedora
situación lo pescaron al abuelo,
navegando con su computadora.​

 

Las estrellas auspician
lo que el día negó a los corazones.
Su ritual de fulgor eterno inician.​

 

Me gustan las canciones
que me alegran el alma dulcemente
y me borran las malas emociones.​

 

Envuelta en el ambiente sigue adusta
la fragancia que lleva tu presencia,
es leño que a mi ardor llega y se ajusta.​

 

Y exuda permanencia:
Es elixir, ingrávido y floral
que me deja rayano a la inconsciencia.​

 

Tu figura es cabal,
fiel a lo nuestro, fértil candidez,
vívida en el espéculo augural.​

 

El antisudoral,
como yo, decidió darte la espalda.
Es almizcle lo tuyo, algo animal.​

 

Lo quiero revertir -maldita suerte-,
el tiempo desplegar, cada segundo,
No puedo soportar mi propia muerte.

 

Yéndote al inframundo,
se acorta cada instante en tu resuello.
La anoxia hace un estrago tremebundo.​

 

Arrebol de espendores,
en mi memoria, ¡sí!, se estableció
el día en que te vi en tus mil colores.​

 

Fueron buenos olores
y espléndidas imágenes tan tersas
que en un jardín había con tus flores.

​

 

Siempre son recurrentes
tus ideas de viaje por el mundo
pero mira hay que ser más consecuentes.
​

 

Se yerguen sobre el suelo nauseabundo
la imagen torturada de los muertos
de un tiempo de dolor y tremebundo

 

Estimada Luciana, una pregunta: ¿se cortó la cadena? Y la que sigue tampoco responde a la condición del encadenado: continuar con rima del segundo verso. Hay que resolverlo. Saludos

 

¡Perdón!, metí aquí una lira, la cambiaré.