Tú, sólo tú has vencido...

No me hagas quitar el ropaje de cilicio,
si la muerte me acompaña,
si despunta como el día.

Se derrama como tesoro mi vida,
pisándome el enemigo los talones.
Levanta tu cetro y,
quita el puñal que mi espalda sentencia.
Déjame entrar, al único lugar de refugio.
A ti.

Tú, eres mi castillo fuerte.
Mi techo de ungüento.
Mis paredes de acero.
Mi suelo firme.
La puerta infranqueable para mi enemigo.
Mis ventanas enrejadas,
aberturas de vigía
para divisar la llegada de tu ejército.

Falta poco,
escucho los cascos de los caballos,
y diviso la polvareda.
Ahí estás, delante,
solo, como capitán de un gran ejercito,
de un solo soldado.

Con tus ropas ensangrentadas
por la lucha cruenta,
leo en tus labios la palabra ¡Victoria!

Tú, solo, has pisado el lagar…
nadie mas había contigo.
No hay mas ayuda,
no hay para mí mas cobijo.

Tú, solo, por mí has vencido…
Redimiéndome de una tierra que me aborta,
desnudándome de estas ropas de cilicio.

¡De tu brazo me cuelgo...a tu mano me aferro!
Son las cadenas que a tu juicio me empeñan,
a una cruz,
Yo, sin dolor y sin clavos,
mas Tú, con sangre y lamentos del cielo,
conmigo has compartido.

SHA

 

¡Preciosa bienvenida! Atesoras, querida amiga, una gran capacidad para producir emociones en quien se acerca hasta tu espacio. Felicidades por ello.
Con todos mis afectos un gran abrazo.
Salva.

 

Épico e intenso poema donde el amor es refugio y también soldado para derrotar a las fuerzas malignas que siempre acechan. Amiga Sandra me he emocionado con la lectura de estos versos, bellos sin duda. Abrazote vuela. Paco.