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Surgir del agua (Historias que vuelan, Historias de Escribanía).

Discussion in 'Prosa: Generales' started by Samuel17993, Oct 27, 2014. Replies: 8 | Views: 653

  1. Samuel17993

    Samuel17993 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Surgir del Agua
    Y emergió del agua, dando bocanadas, muy ferozmente, como un gran pez furioso a punto de ser atrapado, y volvió a sumergir la cabeza y otra vez, después, a levantarla. Había una gran fuerza en esa algarada. Había una necesidad de gastar sus energías, y sobre todo su ira: la que guardaba acaso como Pandora, para sí mismo, y que le amargaba. La ira le movía los brazos. Recordaba sucesos de su vida; y aquella actividad le relajaba y los relajaba éstos. No sólo al poner sus pensamientos en orden, sino que el gasto aquél, de energía, tenía que tener algo que ver.

    Le encantaba aquello: nadar y pensar, y más si estaba solo como esa vez. Ya casi a la hora de que cerraran e ir a cenar; en aquel momento, él se reencontraba.

    De pequeño odiaba el agua, las piscinas y el mar. Se duchaba casi por disciplina y porque su madre le obligaba. Aquella sensación de notar un ser extraño entre su cuerpo, le torturaba muy profundamente; era como invadir su espacio, su vida…, y a la vez sentía una enorme soledad: cuando se sumergía o, mejor dicho, le sumergían, creía verse en una burbuja que lo asfixiaba.

    Luego, en la maldita escuela (que no sabía si le enseñaban o lo torturaban) le obligaron a ir a ese curso de natación, en esa piscina, que en realidad era como ésta, y que le parecía enorme; le parecía esa enorme piscina de adultos como una bañera monstruosa en la que uno podía morir ahogado. Todavía nadando podía sentir ese repiquete, un miedo inconsciente a atragantarse, a ahogarse, a morirse… Un encuentro con la muerte, pero con su renacer también; como un bautizo de muerte y vida; como una cita con la Parca, monstruosa y de extensas manos.

    Cuando le metían la cabeza “para que no temiese” (en el agua, un lugar mistérico como el Cielo o el Infierno), sentía aquello que debían de sentir los bautizados de la Biblia: vuelta a la vida; odio a la muerte. Volvía su pulsión de muerte que, de pronto, se hacía vida en contacto con ésta. Ya no tenía miedo, o eso creía él, salvo a esa muerte: a la acuática, convertido en una burbuja aislada de todo y de todos.

    Era, simplemente, con desprecio, sí, irracional. Estaban los largos y las bocanadas; la energía gastada; las ideas que pululaban livianas como las aguas, liberadas quizás; se sentía un pez después de volver al agua.

    Alguna vez pensó que se encontraba en una ciudad subterránea, a lo Rapture de Bioshock; era una ciudad simbólica, en donde anidaban sus interioridades. Tenía miedo, ¿estupidamente? (se decía), a que un día la ciudad tuviera un percance, se abrieran los cristales y el mar, dios y temor primogénito del hombre, lo absorbiera con sus manos acuáticas todo. Ese temor, simbólico, podía ser terrible para él, por dentro quiero decir.

    …Pero ahora él intentaba seguir nadando, siempre mirando al frente, aunque su mirada, realmente, estuviese perdida, al recrear con su mente aquellos periodos de su vida, en una especie de doble pantalla (¿futurista? llamada antiguamente imaginación), de visillo digamos, que le proyectaba aquel viejo mundo del que se había forjado y ya se había ido; que continuaban subterráneamente, como en aquella ciudad sus túneles y sus gentes, de manera temerosa a aquel furibundo Neptuno o Poseidón.

    …Muerte a muerte se había convertido en ese pez fuerte y feroz, resiste a las fuerzas de las neptúnicas aguas: allí, en calma, por otro lado. Allí se entrenaba. Allí se luchaba: contra «algo» y contra sí mismo. Debía luchar, mejorar. Era de esa manera como se encontraba mejor; su lucha contra sí mismo, contra sus entrañas, y con las que se purgaba.

    Igual que esa ciudad, desde niño, que le había inculcado su abuela el miedo al Todopoderoso, tenía una necesidad de reforzar esos cristales (con para una fuerza cuasinvisible); que contuviese toda el agua, la potencia mítica demoledora, la ira poseidónica que casi ahogó a Atenas, a la que se enfrentaba a Atenea por el patronazgo de la ciudad de los hombres. Para ello, la ciudad debía tener, además, una gran seguridad, un gran control, una policía interna que evitase todo sabotaje de la ciudad. Por eso esa crispación y ese ordenamiento que hasta en los desaforados largos se mostraba cuando estiraba los brazos cuanto más mejor y que le hacían impulsar con fuerzas las piernas como las ranas e incluso la cintura, la cual parecía la de un pez. Desde lejos, viéndole quizás con algún objetivo de esos extraños que le dan a veces a una persona hasta sana mentalmente, observaría que de algo quería huir, quizás de sí mismo, como si quisiera huir mentalmente de sí mismo y el agua mediante el propio ejercicio en ésta.

    Después de la revolución de la edad y el pensamiento de la juventud, se había sustituido el miedo al Todopoderoso de las aguas por el de la muerte y/o en todo caso otros temores menores y sustituidores del thánico. Él estaba por ahí, en las emanación de sus pensamientos que surgen con el nado; su contaminación de su ser, oscura, turbia y que habitaba las afueras, rozando con sus dedos lascivos de deseos thánicos el otro mundo, de afuera, queriendo conectar ambos y conquistarlo para su ya Imperio de la Oscuridad Subterránea; casi a punto de salir hasta que, como hacía con sus brazos en el agua, lo combatió con pragmáticos pensamientos, los cuales planeaban lo que iba a hacer, lo que quería hacer después de la sesión, lo que iba a cenar, y hasta alguna reflexión que no tenía que ver con él. Sentía cómo combatía contra el agua; pero no tenía suficientes energías, no era infinita su fuerza, y a pesar de resistir notaba cómo picaban brazos, piernas y el cuerpo en general, muestra del cansancio de los músculos de su cuerpo.

    …Y por eso, en aquel instante, se cansaban sus neuronas: eso debilitaba su defensa, pero calmaba esa tensión que también podía quebrarlo la cual siempre estaba en sus fuertes algaradas. En términos técnicos, hablaríamos de la Economía; su economía vital. Fluía, pero ya liviana y sin control. Algo podía romper el equilibrio mental.

    …Y con cada ejercicio sentía una calma enorme. Una paz santa. El alivio que necesitaba su cuerpo. Ya sentía el agua sobre su ser, acariciándole, y sumergiéndolo, casi, creía, soñaba, sobre la ciudad. Y sabía que debía salir, que ya estaba terminada la sesión…

    Luego, al salir de esa piscina, sintió aquel típico frío por el que se te irrita todo el cuerpo y se te mete hasta en lo más hondo de los huesos y deseas, honestamente, cagarte en to`os y en el Diablo. Era como si a una flor, como en esas margaritas con los malditos enamorados buscando su suerte amorosa, se desflorase y sintiese el impío viento azotándola; viéndose en tal situación, el ser insignificante en el que se convertía y que a los hombres, como cuando lo ven en las mujeres, les parece tener belleza (¿estúpidamente?). A pesar de su bañador, se sentía totalmente desnudo, en parte lo estaba, pero en aquel momento era otro tipo de desnudez, más profundo. Y tuvo miedo.

    Se sentía derrotado, casi ni se podía moverse. Llegó al vestuario por inercia. Al vestirse notó el peso del entrenamiento, el cansancio. Aquella ciudad imaginaria estaba en alerta, en peligro: warning, alertaba el cerebro mecanizado de ésta.

    Yendo ya a casa, caminando, una brisa primaveral le iba acariciando. Era primavera: alegría y renacer. Él empezaba a notarlo, pero tenía miedo; aquel renacer lo perturbaba; perturbaba su castrense entrenamiento y sus sentimientos. Las derrotas pesaban, incluso más que aquella lucha, que el mejorarse siempre, continuamente, incluso que todas las pequeñas victorias obtenidas; algo seguía pesando, presionando, como agua sobre él; como el agua evaporada de una olla a presión.

    Sus incógnitas eran como esa ciudad: un lugar hundido hace tiempo, por el Futuro y el Progreso, casi mítico por no decir mítico directamente, y difícil de alcanzar, sino que se podía decir sin preámbulos que imposible.

    Pero siguió caminando hacia su casa para un merecido descansando, barruntando, como otros días muy similares, con la misma cantinela… Al surgir del agua, para el siguiente día volver al entrenamiento… Surgir del agua.

    Enlace a Google Drive: https://docs.google.com/file/d/0B0hah8bqLLKvS0l3dlViaF84d2s
     
    #1
  2. LIBRA8

    LIBRA8 Invitado

    Supongo que la vida es un resurgir continuo, y aunque a veces no sea suficiente para sentirse bien, hay que acostumbrarse a la rutina de hacerlo. Tu prosa me hizo recordar que de pequeño odiaba con todas mis fuerzas las clases de natación, creo que por eso hoy en día soy un paquete nadando, jeje.

    Magnífica prosa, Samuel, profunda, hermosa y muy bien escrita. Mis sinceras felicitaciones, amigo. Un abrazo.
     
    #2
  3. Samuel17993

    Samuel17993 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muchas gracias Libra. Yo no llegue a no querer ducharme jaja, pero durante mucho tiempo tuve miedo al agua de las piscinas o ahogarme (que no sé si es acuafobia o hidrofobia, pero no me sucedía en el mar o no del mismo modo...). Por eso es muy biográfico...
    Un saludete de Samuel. Gracias por leerme.
     
    #3
  4. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Es un relato muy bien escrito, señor Samuel, pero a mí me gusta más el submarinismo, quizá porque uno se sumerge más en las aguas, se involucra más en ellas, "se hace uno agua". Quiero decir que es un relato que nada por la superficie: "nadar y salvar la ropa" cuando lo que creo es que hay que ahogarse y ahogar, estremecer al lector sin diluirse en ella, sin ir a muchos "caminos" en pocas letras. En todo caso me ha gustado. Espero no le haya molestado mi comentario.

    Yo también ando "liado", mucho, sin tiempo. Por ello le entiendo.

    Un abrazo, amigo.
     
    #4
    Last edited: Oct 31, 2014
  5. Samuel17993

    Samuel17993 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muchas gracias Évano. No, no me molesta en absoluto, lo sabes jaja. Me gusta tu sinceridad.

    Justo acabo de terminar de pasar el siguiente relato: todos estos relatos llamados "Historias de Escribanía" son una serie de relatillos que he estado escribiendo a mano y estoy pasando. A mano, he descubierto que mi escritura es más lígera, más innovadora incluso... No sé; en el ordenador no tengo eso, es más "construido", más cerebral. Bueno, a ver si le "remato" y lo paso por aquí también.

    Un saludete de Samuel.
     
    #5
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  6. lomafresquita

    lomafresquita Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Ayyy Samuel,¿ cómo nos sumergimos en el inconsciente? él nos gobierna sin que nosotros lo sepamos, y aflora a nuestra superficie en forma de traumas y de desvelos, sumergirnos en su mundo intentándolo con la reflexión y mirando de frente su cara es darnos ese baño en un manantial de aguas cristalinas que nos limpian y aclaran. Me ha encantado tu relato, atrapa su lectura. Besazos querido amigo y ánimo, sigue escribiendo que lo haces muy bien.
     
    #6
  7. Lebowsky

    Lebowsky Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Un relato bien escrito, como bien dice Évano se dedica a nadar en la superficie y no profundiza demasiado, entramos en un mundo muy personal y bien elaborado, me recuerda algo a los textos orientales, en la complejidad de los pensamientos del protagonista, a veces meticulosa voz que describe pensamientos complejos, está claro que no es una narración basada en la acción sino en una filosofía y manera de ver la vida propias.

    Me gusta el estilo, aunque pienso que a veces se hace excesivamente espesa la narración. Un abrazo.
     
    #7
    Last edited: Oct 31, 2014
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  8. Samuel17993

    Samuel17993 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muchas gracias Loma.
    Un saludete de Samuel.
     
    #8
  9. Samuel17993

    Samuel17993 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Jaja, gracias Lebowsky, justo la escena fue originada al leer a Murakami cuando su protagonista se relaja nadando, pero yo le he dado un poco la vuelta, poniéndola en situación diferente. Has colegido muy bien. Me encanta que hayas sido achispado, acercándote a la raíz del relato. Significa que eres atento. Últimamente no he vuelto a leer a orientales (en este caso, japoneses), y tengo ganas de leer a Mishima y unos cuantos que me he ido agenciando para la tableta, donde ahora suelo leer bastante.

    Ahora estoy corrigiendo el segundo... Estoy haciendo todo lo que no he hecho este verano, cuando tenía todo el tiempo del mundo...

    Un saludete de Samuel, y gracias de nuevo por tu comentario.
     
    #9

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