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Cuando la ausencia de esta ciudad estéril me asfixie,
cuando sin saberlo me quede callado frente a la noche fría,
cuando mis ojos se entreguen al firmamento vacío
y cuando a mi corazón agobiado lo estrujen las penas del pasado…
toma mi mano con fuerza y sosténme el aliento con un beso.
Y si es que aun mi sangre no se arrastra y el color no vuelve a mi rostro inexpresivo,
te pido que martilles de caricias mi pecho
y me abraces hasta que tus latidos me arrullen el escarnio y la desesperanza.
Quizá con ello el fardo que pesa en mi alma se vuelva más liviano,
y pueda así olvidar el letargo de las horas que palpitan sin fin,
quizá pueda encontrarte entre la monotonía, sonriéndome con calidez, mirándome distante...
por ello te suplico; no me sueltes nunca, ni apartes tu calor de mí lado,
para que puedas enseñarme el final del camino;
la salida que espera bajo la costra superficial y la simpleza de la rutina insignificante.
Deslízate despacio conmigo cuando el día a día nos aplaste con su afán,
vamos del alma donde la inquietud parece superflua,
caminemos juntos la escalera que nos conduce lejos del vaivén y la locura.
Dejemos que los años discurran sin dirección mientras tú y yo escapamos del tiempo voraz;
el verdugo adictivo e involuntario… ven dulce áster, mientras aún hay luz de día,
mientras no somos consumidos de codicia ni devorados por la miseria,
ven conmigo mientras todo gira sin control.
Tan despacio que los soles parezcan insostenibles, tan dulce como cuando fuimos uno,
tan desesperado que parezca nuestro último día, así,
como cuando el aire límpido invisible acariciaba de suspiros nuestras gargantas,
como cuando nos perdíamos entre la lluvia,
como cuando nuestros corazones sabían palpitar y el mundo parecía un lugar mejor.
Vamos allá, donde nada es tan real y vacío como banquetas infectadas,
o calles atestadas de medios sollozos y los bares sangrando a plena luz.
Sosténme cuando el oscuro abismo de emociones salvajes estruje con punzadas bestiales mis huesos,
cuando enfermo y cabizbajo por el hábito mi piel palidezca,
cuando el deseo ardiente se apague entre las masas, y vamos de la mano caminando despacio,
guíame con rumbo al norte del frió interior gris, lejos del cansancio de la jornada y el presente descarado,
allá donde termina la realidad y comienza nuestra fantasía…
con todos los sentidos en explosión y la carne henchida de sensaciones,
caminemos a tientas sin prender la luz,
descendamos despacio y aprisa por las escaleras que hemos aprendido de memoria;
igual que los surcos de nuestros cuerpos ámbar,
y aun si todo parece tan decadente y el correr depravado nos embarga de manchas indecibles;
cortadas interminables, huecos insondables, aun con todo ello siempre podrás llevarme a rastras,
y juntos poder abrir la puerta al sótano.

 

nos regalas preciosas imagenes cargadas de sentimiento
un gusto pasar

 

Gracias amigo saludos...