Ausencia

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Se nubló la ausencia y ardiente torna el tequiero en mi garganta, no puedo desengancharlo, no me libro de él, me agita el desorden de sus mariposas.
Si lo soltase, vuela la gardenia, chorrea el sol, liba la flor de la abeja, la brisa hace cantar la piedra.
Tendré que descoserlo de mi lengua vital, pero soltarlo no puedo, ella no está, aunque sé que me escucha.
La dialogo desde chimeneas encendidas, entre las miles de horas perdidas abrazado al deleitoso olor del café, la hablo del instante de nuestro primer beso: ¿era desde sus ojos mares verdes, su carne arena, mar su sangre conmigo?
El timbre de su casa mi música. Luego, sus besos como las olas buscando otros y otros besos, sus parpados vencidos, ella dejando de coger gaviotas con los ojos, con sus oídos cerrados a escuchar la huida de las nubes, el reloj estrangulado, caminando de puntillas hacia esa cama donde mis recuerdos palpitan, y mientras seguíamos besándonos en la incontenible humedad de la locura, y el mundo brillaba en los barrotes de la cama, tuve que depositar mi cara en su pecho, lo hice para sentir temblores en los latidos de la tierra, asesinar el brillo opaco del huérfano adiós que me clavaría, y aceptar la verdad de sus mentiras, mientras me desangraba las palabras.
En este atardecer, pienso en ella cuando por un momento el sol de invierno dora la carne del tejado de enfrente y abrillanta al pajarito en la cornisa; viva yo dentro de su pecho y olvide estar en estas otras prisiones; sueñe yo temblar de nuevo en la embriaguez de su beso; pienso en ella, cuando en la cornisa sigue flotando el pajarito que voló.
Tras los cristales, la dulzura fallece en este viento que nos anochece, se levantó ventisca y el viento vira en el aire la hélice de las hojas, viento que enloquece a los perros y va arrastrando los últimos copos de nieve, y mientras a mis pies las calles de paraguas, el silencio de una taza de café en mi boca, unas manos adobadas de rezos, en este salón de holganzas, ella sonríe en mis labios llenos de islas de temblores.
Solo, solo con mi estatura, ese beso no es beso. No era arpa, no había beso. Su boca. El puerto del beso su boca. Solo, paralizado en este silencio ancho, sin nadie que ofrecerme un traje, no hay retorno. Su beso ya no existe.
Con los muebles gastados, contemplando nevar tras los cristales, las formas raras de mi sueño, el desamor fabricándose en la barriga, indagando el oculto sentido de la carne y la esencia, porque todos los amores tienen su doble de sombra, hasta la voz y el viento, la estoy diciendo adiós, pero ella hace tiempo que no mira.
Perezoso riela en mi pecho su recuerdo como la luna sobre esas nubes. Corazón mentiroso, si siempre la recordaré.



Chus



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Qué hermosa prosa poética, suelo dejar comentarios más útiles pero tu manera de escribir es muy bella, me limito a admirarle.

 

Megara, tus ojos pinponeando y tu comentario dejaron encendida mi sonrisa. Te veía como leías, muchas gracias. Un beso, Chus

 

ayyy ese corazoncito tuyo ayyy, me gusto tu prosa espero que me mandes la del conurso.Un abrazote
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¿Concurso de prosa para mí, dices? ¿Por qué a mí...?

 

La espesa niebla ha cegado mi vision ya no puedo aguantar mas tu ausencia y grito a viva voz un te quiero que retumba en un eco ensordecedor.
Me a trevi a pensar "confiros ste escritor si tiene madera pero de la buena"
Sacale partido a tu talento y has visible lo que piensas y escribe lo que sueñas.
Saludos cordiales.

 

Muchas gracias tardias, por tu lectura y elogioso comentario. Un beso para ti, desde aquí hasta allá, Chus