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1000 jornadas en el Infierno
Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 46
Día 1. Sé que tengo los ojos cerrados, eso lo tengo totalmente claro, tan claro, como sé que estoy solo en este lugar. Sea donde sea que me encuentre, no tiene buen aspecto. Lo describiré tan triste como está, las paredes son de hielo, el techo es una llama viva, tan potente que no entiendo cómo el hielo no se derrite, no distingo puertas, ni ventanas. No me pregunten cómo puedo describirlo si tengo los ojos cerrados, el piso es de piedra, parece de río, aunque por como luce, hace mucho tiempo que no recibe algo de agua. No puedo distinguir nada a través de las paredes. Tampoco hay decoraciones, aunque podría contar como decoración un pozo de sangre que está en la esquina opuesta de donde me encuentro. Aquí, el silencio es aterrador.
Día 13. No me pregunten quién, pero cada cierto tiempo se escucha una voz estridente que pronuncia siempre la misma frase “día concluido”, de ese modo llevo la cuenta y sé que han transcurrido trece días. Ciertamente da lo mismo, porque continúo con los ojos cerrados, pero el pozo de sangre ha aumentado de tamaño paulatinamente. No he sentido hambre, eso es bueno, supongo. La llama, al igual que la sangre ha aumentado su tamaño, en menor medida, pero es evidente que su luz es mayor, podría ser una ilusión, no estoy seguro.
Día 27. No tengo cuerpo. Desconozco la materia de la que estoy hecho, pero no tengo un cuerpo, al menos como lo tuve cuando fui humano, y digo fui, porque no sé tampoco lo que soy en este punto. Comienzo a tener hambre, pero temo que solamente sea algo mental, un juego cruel de mi cerebro, porque de alimentarme, no sabría dónde se iría la comida, ni sé qué alimentaría. Por eso guardo la hipótesis de que sea mental, no puede ser físico.
Día 49. Justo ahora estoy escuchando un continuo martilleo, lo que me incita a dos interrogantes: ¿dónde se produce ese martilleo? Y la segunda y quizás la más importante ¿Quién produce ese martilleo?, porque con esta segunda, pierdo la idea de que me encuentro solo, alguien debe producir el ruido, no es posible que se produzca en la nada. Ese martilleo me alienta, porque significa que este sitio sobre el cual no tengo certeza alguna de lo que sea… tal vez… y es solo un tal vez… tenga salida.
Día 75. Trato de ya no darle tanta importancia a los sonidos, gemidos, crujidos, martilleos, que puedan producirse aquí. Pero tengo noticias, no sé si buenas, o malas. Hace tres, cuatro o seis días, no sé… logré abrir los ojos, lo sé porque tengo la sensación de eso. No es que me haya servido de mayor cosa, sin embargo, ahora soy consciente de algo. La sangre ha cubierto el piso en su totalidad, alcanzando una altura de aproximadamente un centímetro ¡nada serio! Dirían algunos ¡un centímetro! Pero si tomamos en cuenta lo que esa medida representa extendida por toda la habitación, cabrá para el lector algún indicio de la sensación y el horror al ver este espectáculo. Haré anotación también sobre el techo, porque la llama que flameaba, ahora se ha dividido en varias de menor tamaño, que, no obstante, producen más calor.
Día 139. Han surgido formas ¡sí! ¡formas! En medio de la sangre. Algunas demasiado abstractas, otras tan claras como el agua que quisiera beber, aunque no tengo sed. He adivinado la presencia de ranas, gusanos y algunas manos, visibles desde donde estoy. Perdón, no he indicado que estoy flotando, si eso cabe acá, a una altura media entre el techo y el piso, no sé si estoy sujeto a algo, creo que no. La sangre ha ganado alguna altura desde la última vez que hice observación sobre este tétrico escenario.
Día 200. Es la primera vez que hago anotación en un día par. Aclaro, que estas anotaciones en realidad no tengo ni idea de dónde las almaceno, porque no tengo cuerpo, por lo que, no tengo manos para escribir. Me temo que sea un síntoma de locura acumulada, en vez de una anotación, la verdad, no hace mucha diferencia que sea o no. Pero quiero confirmar que aquellas figuras que otrora eran simples formas han tomado cuerpo y ahora las ranas saltan, las manos poseen brazo y los gusanos comienzan a ascender las paredes de hielo ¿qué pasmoso desenlace me espera en este desgraciado sitio donde me hallo?
Día 221. El sonido de grilletes y cadenas se suma al caos que yace aquí.
Día 259. ¿Cómo me llamaba? No recuerdo mi nombre.
Día 301. ¿Por qué me miran así?
Día 319. Tienen razón. El mejor truco del Diablo es hacernos creer que no existe.
Día 400. Los brazos se convirtieron tarde o temprano, en cuerpos completos y dichos cuerpos, se han convertido a su vez en demonios. Las ranas se han reproducido, están por todas partes, los gusanos ahora andan por el techo, sin quemarse. Esta visión es simplemente atroz.
Día 561. La locura es tal, que escucho un piano con alguna melodía de rock orquestal.
Día 737. La sangre está casi a mi altura, prácticamente podría tocarla si tuviese manos. Los demonios acercan su rostro y puedo notar la miseria y la ruina en sus almas.
Día 811. He recuperado el cuerpo, pero lejos de ser algo bueno, es una maldición. Al recuperar el cuerpo, me he dado cuenta de cosas indeseables. Estoy literalmente colgado en medio de la habitación, enganchado por los brazos y las piernas, con ganchos metálicos que me oprimen. Los gusanos se movilizan por mi espalda y puedo sentir donde alguno incluso incuba. Las ranas saltan a mi boca y al escupirlas, los ganchos se aferran con más fuerza a mi piel.
Día 1000. Hace mucho que la voz que anunciaba los días ha enmudecido, pero aún sigo llevando la cuenta. En medio de la sangre se dibujan números, que han sido consecutivos, iniciando la cuenta en el novecientos veintiuno, que fue el día en que la voz se escuchó por última vez. No sé si describir las cosas que me suceden. Los ganchos están aflojándose a pasos agigantados, pero eso no me causa alegría, porque la sangre ¡Oh, Dios! La sangre hierve a borbollones, los demonios sonríen y me lanzan las ranas, los gusanos han causado llagas ensangrentadas en mí, dos ganchos se han liberado ya, mi destino es caer en medio de esa sangre hirviente ¡Dios, clamo a ti en medio de mis agonías! escúchame, ¡Oh, Señor de los desdichados!
El tercer gancho se ha zafado y estoy sujeto únicamente de mi mano izquierda, la sangre ha comenzado a quemarme, trato inútilmente de subir, pero el hielo me hace resbalar, los demonios tiran con fuerza de mis piernas, el cuarto gancho está cediendo, me desgarra la piel ¡Dios!
Lo han logrado, me han soltado del último gancho y estoy a su merced, unos me toman por las piernas y otros sumergen mi cabeza en la sangre, me quemo por completo, que alguien corra a ayudarme…
Estoy cubierto de sangre, pero me siento en mi charco, es más, tan así es, que literalmente estoy en un charco, es un charco de sangre, pequeño, pero sé que crecerá, lo hará y cuando sea lo suficientemente grande, alcanzaremos a aquella mujer que está allá arriba, sujeta por ganchos cerca del techo ¡Sí! ¡la alcanzaremos!, jaja.
A Lorelizh Beye y José Valverde Yuste les gusta esto.
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