Y sonríes a medias.

Y sonríes a medias, y es pecado tu sonrisa, como es pecado tu mirada.
Sabes que no debes…
Pero, ¡oh, quién no daría la mitad de su aliento!
Por lo a medias de tu sonrisa.
Quién no daría.
Celestial.
Quién no daría.
Infernal.
Vendería no su alma, vendería su estancia en la tierra.
La dulce sonrisa de una bella, la dulce sonrisa de una pequeña.


Y así matas al hombre. Así purgas la tierra,
los matas a celos, a celos de a sonrisas,
a celos de miradas.
Todos preguntan a dónde se dirige su mirada, a dónde se dirige su sonrisa.
Cruel afortunado el señalado,
Bendito él, en el instante en que fue mirado.
Maldito aquel que lo asesina por no ser él, él afortunado.

 

Y sonríes a medias, y es pecado tu sonrisa,
como es pecado tu mirada.
Sabes que no debes…
Pero, ¡oh, quién no daría la mitad de su aliento!
Por lo a medias de tu sonrisa.
Quién no daría.
Celestial.
Quién no daría.
Infernal.
Vendería no su alma, vendería su estancia en la tierra.
La dulce sonrisa de una bella, la dulce sonrisa de una pequeña.


Y así matas al hombre. Así purgas la tierra,
los matas a celos, a celos de a sonrisas,
a celos de miradas.
Todos preguntan a dónde se dirige su mirada, a dónde se dirige su sonrisa.
Cruel afortunado el señalado,
Bendito él, en el instante en que fue mirado.
Maldito aquel que lo asesina por no ser él, él afortunado.



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Me permití reeditar este trabajo interesentísimo porque si bien posee su complejidad, posee al mismo tiempo gran belleza.

Hay en tu discurso poético algo del orden de la manzana prohibida, la tentación y el goce... de la mirada que "asesina" al pudor, que funda territorios eróticos... ¡y el tema de los celos como variante vincular de la envidia! ¡¡Cuánta riqueza!!


Ha sido un gustazo leerte.

Un saludo afectuoso desde Buenos Aires.