Villa Escondida

Villa Escondida
1
Lo que piensa Raúl

“¿Por qué no?”, se dijo Raúl. Por que no atravesar de una vez ese pequeño y avezado umbral y descubrir la nada, el fin o un principio más o menos convincente a modo de extraño y sexual caleidoscopio eterno.
Pensó en algo sin fin, al menos tuvo la mala suerte de perderlo, de verlo esfumar tras la retención y el bloqueo de un perfume, un aroma que inmoviliza y al mismo tiempo levanta y transporta a otro escenario (porque si, hasta yo lo puedo confirmar que un solo aroma setentero me ha dado vueltas de carrusel por décadas, pieles, tierras, tiempos y estaciones distintas, un solo delicado giro olfativo)

Se imagino negándose, destruyéndose, alargándose una y otra vez mas en un abrazo simultaneo de aromas, imágenes, ruidos y pellizcos. Sentidos soterrados en la piel. Descubrirse culpable, vagar, caerse en kilómetros y kilómetros de arena arroz y rodarse en las olas, abrazar o dejarse hacer en el encabezado ya habitual de un periódico, en el diario tiempo que descalabre a fuerza de chasquidos térmicos su propia naturaleza. Se imagino pensando todo esto, dando la vuelta al mundo con el sonido del obturador y delicadamente atroz, rompiendo la simultaneidad de la carne rosa del mundo entero. La idílica tromba y avalancha de casas y nervios, venas y células, rugiendo y atacando mutuamente en la única guerra que tiene vigencia desde hace miles de años. La validez siempre tormentosa de acelerar el pulso tránsfugo y ser mil cosas, tiempos y eventos sin dejar de ser nosotros, a tientas buscarse para perderse, en la arena, como piensa Raúl.
2
Lo que ha de pensar Aidé.

Yo no pienso nada. Solo escucho. Estoy cansada. Veo que un Drakula de mil ochocientos trece, calvo y jairoso pasea a gusto por la playa. Y aún, Raúl, tengo que seguir tomando foto- grafías.

 

ya lo sabes, pero te lo digo de nuevo, escribes de tal manera que siempre me encanta


un abrazo fuerte