"vida de perros"

La libertad es un sueño que angustia, nadie ni nada es libre mientras el hombre exista porque es el hombre inventor de algo peor que la muerte. Es la esclavitud.

El hombre inventó encarcelar en una matera las raíces de una planta, el hombre inventó los perros callejeros. Cambió frondosos árboles por fatales cables eléctricos. Creó también algo llamado casa, vivienda o morada.

Y veo en mí casa el rostro de un perro, se llama Nicolás, mejor NICO. La raza no importa, es un asunto que ahora no compete. Él es como los más pobres. Está condenado a la realidad y sus sueños o ideales están hechos de deseos materiales y de instintos, aunque se resigna reconociendo su humildad.

Hoy me senté en la sala a eso de las 10 a.m. y sin querer descubrí que existía aquel animal llamado Nico, estaba tirado en el piso de la terraza y sacaba su cabeza por la reja. Sé que siempre lo hace, pero no sabía o me había preguntado, ¿qué era de su vida?

Él solo ve pasar por enfrente los pies de la gente al caminar. Personas y vecinos que van de aquí para allá. Particularmente les ladra enardecidamente a los viejos de lento y a los locos de extraño caminar. Cuando ladra así a mí me fastidia y lo mando a callar. Lo hago o lo hacia sin saber, el temor que siente al confundir la lentitud o el desequilibrio de estas personas con el amenazante sigilo de las bestias antes de atacar.

Algo que también hace parte de su realidad, son aquellos extraños animales de lata que caminan sobre ruedas y a gran velocidad. A él le aturde escuchar sus motores, enseguida les oye, levanta sus caídas orejas y voltea la cabeza a medio lado como tratando de entender lo que significa tal lenguaje. El lenguaje de las máquinas. Se llena de pánico especialmente, cuando escucha a los enormes y lentos camiones. También le teme a las tempestades, a la lluvia y a las luces.

Luego me cuestioné sobre lo que para él significa querer. A ratos juega con una bola de tenis, con un pequeño orangután de peluche o con las moscas o abejas que a ratos vuelan por el patio. Lo extraño es que nunca se ha decidido a desgarrar sus juguetes con su tenaz mandíbula. Parece que son su única compañía.

Tristemente, él no puede salir porque en mi casa todos lo queremos y cuidamos como a un familiar más. Aunque no está amaestrado, hemos descubierto que es inteligente. A pesar, de orinarse dentro de la casa, que es cuando lo castigamos con un periódico enrollado.

Mientras la noche llega arropada de luna, llegan también el silencio tenebroso y las sombras aterradoras.

Tristemente ésta es, aunque su protección y alimento, su hogar, su cárcel, su esclavitud.

Su única y más grande alegría además de comer; es esperar a que salga su libertador: el grandioso Sol, que ilumina los cielos y trae consigo: La mañana, mañana que despierta a sus amos, Amos que abren las puertas temprano para respirar el aire nuevo mientras Nicolás, o mejor Nico; sale nuevamente para asomar su cabeza por entre las rejas de la terraza. A ver a otros caminantes y a los mismos, a escuchar el grito del señor del tinto y a oler los perfumes de las perras que dejan impregnado de exóticos orines su territorio. Los andenes. Y así es el diario vivir de uno o de cualquier perro, una realidad contrastada entre la paz, el peligro, la represión o la triste y cotidiana... ¿libertad?

 

GRACIAS POR COMPARTIR ESTE BELLO ESCRITO EN ESTA TARDE HERMOSA...RADIANTE DE SOL...UN BESO GRANDOTE TE QUIERE TU AMIGA LUZ
TE DEJO MI CORAZON...