Tu me amaste, tu me mataste.

Una noche baja, entre ilusiones y lunas, subí en una colina tan arriba como pude,
el polvo me hizo escuchar tu fría y agria voz.
Yo no se por que, ni para que, ni como fue,
más caí, lastimándome con las piedras que golpearon el recuerdo de tu indiferencia.
Al ir cayendo, caì en un extraño sueño: Mounstros del ayer me torturaban en un mundo el cual es tu sombra y tu reflejo escuchaba la voz de mi dolor, caminando y suspirando clamando despertar.
Al caer desde lo alto de la colina, ya sin mucho que extrañar de ti sentí el alivio de la muerte ya que de tu mente y corazón me mataste y esa noche mi ser perseguido por la tristeza escapo de tu cárcel.