Tierra entre mis párpados.

Se ha ido la noche oscura,
regresa el sol en el este
y en cada sueño, en cada luna
tu mirada fría, tu astro celeste.

Un nuevo rumbo en el camino,
las manos que construyen puentes,
y la esencia de cada beso recibido
hacen que mis pies se hagan más fuertes.

Así es la vida, así es el sendero,
sin nada seguro, llorando y riendo,
y puesto en marcha con cada “te quiero”
dibujando a pinceladas el destino sin recuerdos.

Así es tan duro el peregrinaje,
las señas confundidas, la selva salvaje,
espero tranquilo entre animales
que piensan y aman, que de vida nada saben.

Y aunque soy de estos mismos,
mi mente se une al espíritu,
dado caso eventual que sería
ver mi alma rifada y compartida.

Sin quimera ni utopía más que este vivir,
esta nostalgia que me amarra al existir,
no tengo otro camino, no tengo donde ir
sin más luego regreso de donde me vieron partir.

Cada paso lento acorta la distancia,
tierra entre mis párpados, gusanos en las entrañas;
y si algo queda, si algo perdura por la eternidad
es el sueño imperfecto de la agonía sin final.

Que si descanso o si duermo,
¿quién ha vuelto entonces desde lejos?,
como quien espera por siglos una estrella
así nos vamos, precisamente persiguiéndola.