Renuncio

Adivina que, ya no vivo en tus arreboles,
ya no siembro margaritas doradas
ni vuelo sobre tus perversas pinceladas.
Ya no derrocho sueños que no me acogen.

Hoy camino lerdo y sin rumbo fijo,
sin ilusiones que desgajan la vida,
esas que apagan el sol en cada caída
que me doy en mí andar; en mi destino.

Adivina que, ya se apagó la lumbrera,
aquella que veló tus dulces sueños,
como ángel en rincones de tu escollera.

Ya no vivo en tus arreboles de ensueños
ni en los vergeles de tus polleras;
y adivina que, hoy renuncio a seguir siendo tu dueño…​