Reflexión 70

No se puede arreglar lo que no se rompió,
no se puede descuidar lo que no se ha cuidado,
así mismo con la verdad,
no se sabe sin saber que no se sabe,

no se puede dar lo que no se tiene,
uno no tiene lo que no recibe,
así mismo con la vida,
no se muere sin antes estar vivo,

la vida se vive, aún sin consciencia,
la mente se manifiesta,
porque entre existencias no hay silencio,
el silencio es la comprobación de la muerte,

no sabemos sin conocer,
no conocemos sin aprender,
vinimos a este mundo sin voluntad,
y sin voluntad dejaremos de existir,

existencias marchitas,
como flores aguardando por el sol,
nuestra última noche será, última luna,
la última estrella será, último cielo,

vidas que se retuercen,
una justicia que no es justa,
la mentira reina,
y la verdad siempre
se esconderá
de la mentira,

no somos razón,
somos intento,
que aún no sabe de su destino,
somos, aún cuando descubrimos,
volvemos a ser carencia,

vivencias incesantes,
son carencias sembradas,
nuevos vacíos,
se llenarán con dolor,

porque el dolor es tiempo,

ceniza es el tiempo,
en nuestras manos mortales,
mortal es el tiempo,
porque somos sus inventores,

somos lo que el viento olvida,
somos lo que dios recuerda,
nos movemos como sombras,
y somos luz,

somos soga atada al cuello.

 

El poema encierra una reflexión existencial profunda y cruda: la vida humana es una paradoja de carencia, búsqueda y contradicción. No somos plenamente conscientes, ni dueños de lo que creemos tener —ni de la verdad, ni del tiempo, ni de la vida misma. Existimos como intentos inacabados, atrapados entre el dolor y la fugacidad, entre la mentira que domina y la verdad que se esconde. Y sin embargo, en esa contradicción —ser sombra y luz, ser olvido y memoria— se revela lo humano: una existencia frágil, que se reconoce como mortal, finita, y atada al tiempo que consume.

Saludos cordiales