Recuerdos

RECUERDOS​

Es de noche, las farolas de la calle van tomando un brillo confuso y triste. Las aceras se tiñen de una fina capa blanquecina y brillante donde las pisadas se sellan sin ruido y silenciosas.
Vaga ensimismado y llega sin darse cuenta a la puerta de su casa, donde le espera la soledad.
Siente terror y pánico cada vez que sube las escaleras y se introduce en la lóbrega y fría habitación que se convierte en una cárcel sin barrotes y sin carcelero.
Se reclina en el sillón y se pone a analizar su vida.
Desde muy joven era un lobo solitario.
No sé si sería por no aceptar que la gente lo manipulase, o por tener otra visión del mundo.
Se hizo rebelde al mundo y subversivo ante las personas que creían que por tener más cultura y un estatus social más elevado lo miraba por encima del hombro.
Se ha dado cuenta con el paso del tiempo que la soledad sería su compañera eterna por no aceptar las directrices de la gente
que lo rodea.
Por todo eso ha querido pasar inadvertido e invisible.
Ya desde pequeño se consideraba un soñador y trovador
de ilusiones.
Todas las mañanas daba gracias al día, porque él, alimentaba y le daba agua de vida para poder seguir gozoso el camino correcto. Desde pequeño pusieron trabas en un camino de obstáculos que cada vez era más difícil sortear, pero el valor y a la vez el miedo de perder la coherencia de sus ideas le daba fuerza para esquivarlos.
Tantas horas de tristezas y pesadumbres han caído sobre él desde que a la puerta de su corazón el amor llamó, que ahora anda vagabundo en la oscuridad sin poder encontrar la luz que aquel día lo iluminó con toda su belleza.
¡Oh! hermosos ruiseñores que con vuestros cantos dabais alegría a las mañanas trayendo con ellas un soplo de aire fresco a su pobre corazón.
¿Dónde cantáis ahora vuestras canciones que no las escucha? ¿Dónde se ha ido la brisa que sonriente llegaba a él?
¿Qué ha dejado en el camino que doliente lo lleva?
Ha bebido el agua de las lágrimas que hiciste que sus ojos derramaran cuando te alejaste de él y cada gota bebida renovaba su dolor.
Su corazón arde por el pasado, por no saber decir una palabra: “No te vayas, quédate conmigo”.
La desfachatez y bravuconería de la juventud ha desaparecido y ha hecho que con el paso del tiempo repique en su interior la humildad que oculta escondía su alma.
Cargadas de llantos lleva las espaldas; llantos que a ella no pueden llegarle.
El silencio será la tumba del amor que le ofreciste.
El silencio será la llave donde el corazón cumple condena.
No tiene nada que hacer en este mundo, solamente mirar
los cristales empañados con el vaho de la soledad.
Todo lo tuvo en sus manos dejándolo escapar.
Sigue cayendo la nieve y desde la ventana observa cómo se hacen más grandes los copitos del cielo, que caen suspirando como las lágrimas que de sus ojos salen ardiendo.
Cuando en su cuarto melancólico, recuerda el calor de su cuerpo que tanta felicidad le dio, y él, por inepto, lo arrancó sin saber porqué, y cuando piensa en ello, de dolor muere.
No se aflige por el dolor que en él vive, sólo pretende que el furor que aún le queda, sirva para pedir perdón a la mujer que tendría que ser su compañera.
La tormenta de media noche amarga en pena, sentado en el sillón anhela lo que no supo retener con fuerza, siendo esclavo de los recuerdos que han reaparecido en tormenta.