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Ojos color acaramelados

Tema en 'Poemas Melancólicos (Tristes)' comenzado por Calidoscópio, 29 de Abril de 2012. Respuestas: 2 | Visitas: 551

  1. Calidoscópio

    Calidoscópio Poeta recién llegado

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    Ella era cual la azucena la mañana
    en que se abre; la mañana le pertenecía
    y la conciencia de su belleza la embriagaba
    de sí con un encanto sin embargo insoslayable
    que hacía de ella la perfecta, única, lamentable
    trampa para un huérfano de madre.
    Vestía aún falda escolar y sabía hacer
    esperar por una palabra y jugaba todo el
    tiempo con las acepciones para mantener
    la página en suspenso.
    El perfume que la envolvía era como un
    atributo inherente a sus demás cualidades
    y creía ser la única que poseía una mañana.
    Reía discretamente y nunca volteaba,
    su rigidez arrancaba chispas a los sueños
    adolescentes.
    Yo aparecí por el otro lado de la calle
    con una bella bandera hecha de naipes blancos,
    bajo mi frente tenía dos ojos pulcros de hombre
    impetuoso y la boca llena de palabras invencibles.
    Vi como se divertía revolviendo la nuca de un pez
    con tal técnica que este quedaba satisfecho.
    Y cada día fue entrando a mis ojos hasta que al fin
    tocó la base de mi corazón como una gota
    de dulce veneno.
    Entonces se convirtió en la mujer más bella
    de la tierra y estrechando mi panorama
    hacia su boca de disimulo
    fue envolviéndome sus metros a la garganta,
    tan audaz que después de muerto me enteré
    que me hubo ahorcado y aún después que
    estaba muerto.
    Toda una mujer, como lo es cada una;
    yo esperaba que fuera mi madre como
    lo había prometido, inhalaba sombras
    entre mis cuadernos
    y escribía poemas desordenados bajo la luna.
    Caminábamos diariamente de vuelta a nuestras
    casas, ya era de tarde y también en su cielo
    un gran péndulo oscurecía al sol.
    La campanilla replegaba los dedos ante la fruta
    desistiendo como al fin la marea se sosiega.
    Me ensordecí a los pormenores acaecidos,
    cruzando a empujones aquel tiempo
    turbulento, luego del cual la vida retomó
    su opacidad habitual.
    Las gaviotas graznaban en el puerto y en la
    ciudad entre sus casitas habitadas por gente curiosa
    yo esperaba la próxima estación.
    Alguna vez, entre ese tiempo, nos encontramos
    en la playa antes de la puesta del sol,
    caminamos hasta la orilla, nuestras huellas
    se confundían con las demás huellas.
    Ya era de noche.
     
    #1
  2. MARIANNE

    MARIANNE MARIAN GONZALES - CORAZÓN DE LOBA

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    parece que la tarde yace, en su cielo, saludos
     
    #2
  3. Jorge Lemoine y Bosshardt

    Jorge Lemoine y Bosshardt MAESTRO

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    Una maravilla de poema, precioso trabajo espléndido.
     
    #3

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