Monólogo 4

Los días pasan, uno tras otro,
siempre de la misma manera; uno igual a otro.
Tan vacíos e incoloros,
que se han vuelto una costumbre;
al igual que las tantas decepciones que voy acarreando en el transcurso de esta finitud
y esos grises amaneceres que nunca parecen ser caniculares.

Era de imaginar que todo sería así,
es decir,
¿que otro futuro le esperaba a un perro callejero
que ha errado en las calles la mayor parte de su vida?

La amargura y la indiferencia,
me colocaron este rostro frío, duro y estoico;
el nihilismo como estilo de vida,
el desdén, el desgano, la apatía son la sucesión de mi existencia.

Todo con exceso y nada sin medida,
ha sido mi filosofía de vida.
Creo que por esto nunca pude conocer los límites de las situaciones,
si alguna vez los hubo.

Nunca pude discernir entre el bien y el mal;
nunca sabía cuando callar o cuando gritar;
nunca entendí la diferencia entre vivir y existir;
nunca supe cuánto era suficiente;
nunca pude distinguir donde empezaba el cielo y donde terminaba tu sonrisa;
y definitivamente...
nunca supe diferenciar tu amor de tu indolencia.

Jorge Aguilar Amado

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