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Mascarilla de nata

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por FATIMAG, 12 de Agosto de 2009. Respuestas: 2 | Visitas: 1807

  1. FATIMAG

    FATIMAG Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    22 de Mayo de 2007
    Mensajes:
    27
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    0
    Rosita se levantó triste esa mañana, más de lo que cualquier otra desde hacía cinco años, cuando su esposo y su niña fallecieron en aquel accidente.
    Se dirigió a uno de sus espejos más grandes, tenía varios, miró con detenimiento, ella sentía flácido su cuerpo, pese a que se ejercitaba con frecuencia. Alguien le había dicho que era bueno para subir su ánimo, en verdad no estaba funcionando.
    Solía decir que se sentía hecha de hule espuma y se cansaba tanto por el ejercicio excesivo que dormía casi todo del día, claro con ayuda de sus pastillas, vivía sin trabajar, usaba el dinero que le había dejado su esposo, nos gustaba ir al cine juntos, era tan extraña; varias ocasiones compró dulces para darles a los niños que encontrábamos en el camino, iba al baño unas cuatro veces y terminaba dormida justo en el clímax de la película. No se lo reproché nunca, sé que en secreto lloraba por su niña muerta, aún así me gustaba ir al cine con ella.

    Ese día Rosita miró de cerca su cara, no podía creerlo ¡Esa cínica, se había aparecido sin vergüenza, como si tuviese invitación la maldita! ¡Una arruga más!, hasta entonces había contado solo dos cerca de sus ojos verdes, no pudo creerlo, era comprensible por los veintisiete “añotes” que decía tener, pero no debido a todas las precauciones que había tomado hasta entonces: medicamentos, montones de vitaminas, mascarillas caseras y de supermercado, y cuatro botes de crema tensora con lifting y pro-retinol (y no me acuerdo que más) cada mes. Esa desdichada arruga tenía que desaparecer, cuanto antes mejor, o sus sueños de una vida nueva se esfumarían para siempre.

    Yo solía tomar leche bronca desde pequeño así que la guardaba para untarla en bolillo, cuando ella no amanecía demasiado malhumorada tocaba temprano a mi departamento y tomábamos un desayuno que incluía leche, bolillo con nata y pan con mantequilla. Siempre imaginé que en esos días era otra, la de antes del accidente, la que creía en el futuro, a quien gustaban las plantas, la que, tal ves, si me esforzaba un poco, llegaría un día a ser mi compañera… Esa mañana fue a mi departamento en el mismo edificio, me pidió toda la nata que pudiera conseguirle, se veía tan preocupada que entró sin saludarme, dirigiéndose al refrigerador mientras balbuceaba- ¡Esa maldita arruga!-
    Tomó un refractario grande dónde la guardaba, dijo un seco “gracias” y se fue casi corriendo.
    No quise seguirla por que ya antes había actuado de forma similar, un atrevimiento a cuestionarla y ella emberrinchada me mandaba al carajo sin explicación, reprochaba que nunca podría entender su dolor.

    Lo siguiente me paralizó por varios días.

    Rosita regresó a su apartamento, hizo un batido de huevo con nata y la untó en su cara, especialmente en la nueva arruga, mientras su mascarilla secaba, preparó un cereal y un licuado, les agregó una alta dotación de medicamentos de belleza y vitamínicos, lo consumió todo, al parecer no fue suficiente para que se sintiera mejor, sacó un montón de revistas de moda, un marcador y una navaja, rayó en su cara el mentón, los pómulos y por supuesto los párpados atacados por las nuevas arruguitas, guiándose de sus modelos, debió haber estado drogada, porque usó la navaja para hacer incisiones profundas en esas partes de su rostro para después coserlas con hilo transparente, se desmayó antes de terminar.

    Cuando decidí ir a su apartamento para saber que le sucedía, toqué varias veces, nadie contestó así que entré. Ella yacía en el suelo cerca del espejo de la sala, su cara no se distinguía entre los chorros de sangre que se mezclaban con la nata. Murió desangrada, siento no haberle dicho nunca lo hermosa que era, me duele creer que alguien tan bella terminara así.
    Espero que ahora esté con su esposo y su niña, que no le preocupe más envejecer y quedarse sola.

    Por cierto, ya no como nata, ni mermelada.
     
    #1
  2. FATIMAG

    FATIMAG Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    22 de Mayo de 2007
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    27
    Me gusta recibidos:
    0
    Rosita se levantó triste esa mañana, más de lo que cualquier otra desde hacía cuatro años, cuando su esposo y su niña fallecieron en aquel accidente.
    Se dirigió a uno de sus espejos más grandes, tenía varios, miró con detenimiento, ella sentía flácido su cuerpo, pese a que se ejercitaba con frecuencia. Alguien le había dicho que era bueno para subir su ánimo, en verdad no estaba funcionando.
    Solía decir que se sentía hecha de hule espuma y se cansaba tanto por el ejercicio excesivo que dormía casi todo del día, claro con ayuda de sus pastillas, vivía sin trabajar, usaba el dinero que le había dejado su esposo.
    Nos gustaba ir al cine juntos, era tan extraña; en varias ocasiones compró dulces para darles a los niños que encontrábamos en el camino, iba al baño unas cuatro veces y terminaba dormida justo en el clímax de la película. No se lo reproché nunca, sé que en secreto lloraba por su niña muerta, aún así me gustaba ir al cine con ella.

    Ese día Rosita miró de cerca su cara, no podía creerlo ¡Esa cínica, se había aparecido sin vergüenza, como si tuviese invitación la maldita! ¡Una arruga más!, hasta entonces había contado solo dos cerca de sus ojos verdes, no pudo creerlo, era comprensible por los veintisiete “añotes” que decía tener, pero no debido a todas las precauciones que había tomado hasta entonces: medicamentos, montones de vitaminas, mascarillas caseras y de supermercado, y cuatro botes de crema tensora con lifting y pro-retinol (y no me acuerdo que más) cada mes. Esa desdichada arruga tenía que desaparecer, cuanto antes mejor, o sus sueños de una vida nueva se esfumarían para siempre.


    Yo solía tomar leche bronca desde pequeño, vieja costumbre familiar, así que al vivir sólo frecuentaba guardar la nata para untarla junto con azúcar en un trozo de bolillo. A rosita le parecía curioso, cuando ella no amanecía demasiado malhumorada tocaba temprano a mi departamento y tomábamos un desayuno que incluía leche, bolillo con nata y pan con mantequilla. Después me pedía un poco de nata para llevarse, afirmaba que era una estupenda mascarilla y sonriendo, prometía regresar al otro día.
    Siempre imaginé que en esos días era otra, la de antes del accidente, la que creía en el futuro, a quien gustaban las plantas, la que, tal vez, si me esforzaba un poco, llegaría un día a ser mi compañera… Esa mañana fue a mi departamento en el mismo edificio, me pidió toda la nata que pudiera conseguirle, se veía tan preocupada que entró sin saludarme, dirigiéndose al refrigerador mientras balbuceaba- ¡Esa maldita arruga!-
    Tomó un refractario grande dónde la guardaba, dijo un seco “gracias” y se fue casi corriendo.
    No quise seguirla por que ya antes había actuado de forma similar, un atrevimiento a cuestionarla y ella emberrinchada me mandaba al carajo sin explicación, reprochaba que nunca podría entender su dolor.

    Lo siguiente me paralizó por varios días.

    Rosita regresó a su apartamento, hizo un batido de huevo con nata y lo untó en su cara, especialmente en la nueva arruga, mientras su mascarilla secaba, preparó un cereal y un licuado, les agregó una alta dotación de medicamentos de belleza y vitamínicos, lo consumió todo. Al parecer no fue suficiente para que se sintiera mejor, sacó un montón de revistas de moda, un marcador y una navaja, rayó en su cara el mentón, los pómulos y por supuesto los párpados atacados por las nuevas arruguitas, guiándose de sus modelos, debió haber estado drogada, porque usó la navaja para hacer incisiones profundas en esas partes de su rostro para después coserlas con hilo transparente. Se desmayó antes de terminar.

    Cuando decidí ir a su apartamento para saber que le sucedía, toqué varias veces, nadie contestó así que entré. La vi yaciendo en el suelo cerca del espejo de la sala, traté de hacerla despertar, al estar cerca y tomarla en brazos, me precaté que las facciones de su rostro no se distinguían entre los chorros de sangre que se mezclaban con la nata formando una especie de coágulos. Me odié por no haber llegado antes, por no seguirla y tranquilizarla.

    Murió desangrada, siento no haberle dicho nunca lo hermosa que era, me duele creer que alguien tan bella terminara así.

    Espero que ahora esté con su esposo y su niña, que no le preocupe más envejecer y quedarse sola.

    Por cierto, ya no como nata, ni mermelada.
     
    #2
  3. ROSA

    ROSA Invitado

    Antes que nada quisiera decirte, que pá poner las letras más grandes no hace falta publicarla dos veces, solo tienes que darle a editar, y alli mismo buscas el numero apropiado de lescritura que quieras, un abrazo
     
    #3

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